Muy pocos soviéticos pudieron adivinar en aquellos días de 1985, cuando el PCUS eligió a Mijaíl Gorbachov como nuevo Secretario General, que estaban viviendo un momento histórico que haría cambiar al mundo nacido de la II Guerra Mundial. En 1987, ante la inminencia de un crac económico, con una población despojada de los mínimos estándares de calidad de vida habituales en el bloque occidental, el hombre fuerte de la URSS lanzó la 'perestroika' (reestructuración) que puso en marcha una reacción en cadena. En la noche del jueves 9 de noviembre de 1989 cayó el amenazador Muro de Berlín, que meses después se vendía en piedritas para los turistas y para los propios alemanes que querían tener un trozo del pasado en sus vitrinas.

Tampoco muchos franceses tuvieron cabal conciencia de estar viviendo tiempos históricos cuando estallaron las revueltas de Mayo del 68, que unieron a trabajadores, estudiantes, intelectuales. "Sé realista, piensa lo imposible", grafiteaban los ideólogos de la calle en las paredes. "Millones de moscas no se equivocan, come mierda", se burlaban de los dirigentes que apelaban a la mayoría electoral.

La 'primavera de Praga', por las mismas fechas, empezó el 5 de enero de ese año, fue del estilo 'mutatis mutandis', un movimiento aperturista tranquilo, que, al final, aterrorizó a los dirigentes de la URSS que veían peligrar el monolitismo del bloque comunista. Nació del propio partido checoslovaco, y Alexander Dubcek creyó que podría convencer a Moscú. La invasión del país el 20 de agosto, por tanques de la URSS y de los demás satélites del Pacto de Varsovia, puso fin a la esperanza... que se demoraría hasta que el 'efecto Gorbachov' se convirtió en un huracán que arrasó todo aquel conglomerado de cartón pintado.

Enero y febrero (y marzo y abril...) de 2011 ya pasarán, sin ninguna duda, a las fechas históricas de referencia. Los sucesos de Túnez y de Egipto, el contagio en Argelia, Libia, Barhéin, Irán, Yemen, Marruecos... constituyen un proceso que ya ha cambiado al mundo árabe y a oriente medio, sea cual sea el final al que se llegue.

Hay además una peculiaridad inesperada: esta 'limpieza' no ha sido causada por los islamistas; ha sido impulsada por un movimiento social, joven y políticamente laico que ha pretendido, en Túnez, Egipto, Libia, Argelia, Irán, en todas las partes inflamadas de esperanza pasar de la condición de súbditos a la de ciudadanos con derechos.

La política, pero sobre todo la economía, han tenido mucho que ver; así como el hartazgo de la población al contemplar cómo la clase dirigente robaba 'a manos llenas' y secuestraba las libertades con el típico engaño del enemigo interior, exterior o extraterrestre. Ni la religión, ni los fantasmas, están funcionando ahora; porque ésta, a su vez, es la revolución de internet, el nuevo 'armamento' de destrucción masiva que elimina dictaduras y cleptocracias y ayuda al control de los poderes en las democracias.

En medio de este panorama, Estados Unidos está teniendo una estrategia acertada, rigurosa; poco antes del estallido, los papeles de 'wikileaks' demostraron que Washington tenía un elevado nivel de conocimiento de la situación real en esos países, y de hecho las referencias a la corrupción del clan familiar de Ben Alí fueron determinantes para el 'basta ya' de los tunecinos. Sin embargo, la Unión Europea no ha estado a la altura de las circunstancias excepcionales y se automargina. La mediocridad y el nacionalismo en clave interna de sus principales dirigentes la están dejando fuera de juego. Obama es el nuevo amigo de las jóvenes generaciones árabes después de su histórico discurso en la Universidad de El Cairo el 4 de junio de 2009, cuando fue vitoreado por los estudiantes al defender los derechos humanos, la justicia, la educación y el progreso... y prendió la mecha de la ilusión, sin saberlo entonces. Bruselas, ni está, ¿ni se le espera?