El domingo tuvo lugar la ceremonia de entrega de los Oscar del siglo pasado. Hollywood renueva periódicamente su batalla contra el nazismo, cuya versión original fue lento en combatir. Ha vuelto a derrotar a Hitler, poco importa que el Jorge VI utilizado como ariete fuera más tartamudo en su ideología filonazi que en su fonética atormentada.

El discurso del rey es pueril en el peor sentido de la palabra, parece escrita por y para un niño. Ni Hollywood premiaría un producto tan empalagoso, sin mediar un trasfondo reivindicativo. No se recompensa el género histórico, sino que se consolida el anclaje de la industria en el pasado. Tampoco se reafirma la vocación monárquica de repúblicas coronadas como la estadounidense. Se homenajea simplemente la década de los años treinta, cuando el cine monopolizaba el ocio de la humanidad.

Aunque la ceremonia estuvo trufada de tweets indigestos, la lista de galardonados demuestra que Hollywood se niega a ceder el testigo a Facebook, el nuevo juguete infantil para adultos. Antes de reconocer la pujanza de La red social, se premiará a un adicto al crack interpretado por Christian Bale en The fighter, la película que acaparó los premios secundarios en consonancia con su categoría. Ahí está por ejemplo Melissa Leo, la gran desconocida entre los galardonados de relevancia. La actriz remató probablemente la mejor interpretación del año pasado, como matriarca de una familia disfuncional. Su trabajo eclipsa a los sobrevalorados Colin Firth o Natalie Portman, la nueva Jodie Foster.

En cuanto a las películas, es más importante venderlas que verlas. Los hermanos Weinstein de la antigua Miramax desarrollan la labor publicitaria a la perfección, y han repetido con El discurso del rey la gesta que ya lograron en 2002 con la misérrima Chicago.

Hollywood prefiere envejecer a renovarse, como si pudiera permitirse ese lujo. De ahí que el guionista Aaron Sorkin evocara en su discurso el premio concedido 35 años antes al guionista de otra red social, la Network que anticipó el descrédito de la televisión. La fábrica de sueños confía en que la derrota cíclica de Hitler la salve del naufragio, mientras biografía a Jorge VI de Inglaterra o a Mark Zuckerberg I de Facebook. Crear mitos a partir de personajes reales es la misión compartida del cine y el periodismo.