Ser empresario y canario supone gozar de privilegios para incentivar la economía, superar las barreras de la ultraperiferia, aumentar la competitividad frente a los foráneos, etc. Extraña, pues, que Canarias lidere la lista del paro. Los políticos, dicen, tienen responsabilidad en las coyunturas económicas, pero sólo cuando las cosas van mal. Cuando van bien, los empresarios las hacen funcionar. Ni lo uno ni lo otro. Para saber en qué régimen económico vivimos, que no es soviético (ya le gustaría a González-Pons) ni autogestionario (ya me gustaría a mí), basta con leerse el artículo 38 de la Constitución española. Los políticos sí fracasan a veces, incluso de forma estrepitosa, como el presidente de Canarias, que va de vaticinio en vaticinio sobre creación de empleo, hasta su derrota final, el 22 de mayo.

Pero ¿qué han hecho los empresarios ante la crisis?: preservar sus beneficios, minimizar sus pérdidas, lo cual es legítimo, el mencionado artículo 38 lo permite. ¿Y no sería legítimo, y legitimador, que hicieran algo por crear empleo en lugar de obsesionarse con abaratar el coste de los despidos? En Canarias, la mayor parte del impuesto de sociedades no se paga, se va a un fondo para invertir de nuevo. Así se han construido por ejemplo hoteles a coste cero: con los impuestos no pagados, las subvenciones canarias, españolas y europeas. Hoteles para llenar a precio de saldo con turistas que no gastan. Los empresarios canarios critican la inversión y el gasto público por excesivos: el que les cae cuando construyen carreteras, aeropuertos, venden coches (también los oficiales) con planes renove, se dan subvenciones de tapadillo a compañía aéreas de bajo coste? ¿de dónde saldrían los beneficios sin estos dineros? La plusvalía de la exprimida fuerza de trabajo no da para tanto. Señores empresarios canarios, hagan algo de verdad por el empleo. Sabremos reconocérselo. De verdad: por ahora no pediremos la abolición de la propiedad privada, aunque siga siendo un robo. Por ahora.