Mientras el país anda enfrascado con los preparativos de la campaña para las municipales y autonómicas en 13 comunidades, donde figuran todo tipo de promesas "a lo Walt Disney" para los electores, el Gobierno catalán prosigue en su camino de mostrar que las mejoras no serán tales, ni en Cataluña ni en parte alguna.

Las alarmas han saltado cuando Artur Mas ha dicho que los recortes iniciados por ZP en mayo de 2010 tendrán continuidad en prestaciones que se tenían por intocables, como la educación y la sanidad (no deja de chocar que se hable de cierre de camas, quirófanos, consultorios y hasta despidos en hospitales punteros, como el Clínic o Vall d'Hebron). Ocurre que ni el Gobierno catalán, ni Rodríguez Zapatero, ni los políticos locales (dedicados a camelar a sus votantes) están siendo todo lo sinceros que convendría.

La pregunta a hacerse es: si las reformas de los últimos tiempos van "bien dirigidas" y "estamos en la última etapa de la crisis" (según el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa), ¿a qué viene la necesidad de recortes tan drásticos? ¿No bastaría con esperar a la "recuperación" -ahora, aplazada a 2012: en 2008, ya decían que sería en 2009? ¿O es que tal recuperación no llegará vía expansión inmobiliaria, sino con productividad, exportación y "moderación salarial de lustros", ministro de Trabajo dixit?

Las consecuencias empiezan a atisbarse: disminución del Estado del bienestar y empobrecimiento general de los asalariados. Y no es un mal exclusivo nuestro: si Gran Bretaña, con un paro que es la mitad del español y siendo uno de los centros financieros mundiales, cerrará bibliotecas y privatizará bosques, ¿qué no haremos aquí, con un 20% de parados y el maná del ladrillo finiquitado por años? Al menos, habrá cuatro Madrid-Barça en 15 días.