Buena parte de la izquierda mundial se siente decepcionada con Obama, y casi toda la española con Zapatero. El estado de opinión de la izquierda es como un gran pulmón que aspira y espira. El desencantado es un antiguo encantado, alguien que había sucumbido al embrujo de un líder.

El problema está ahí, en ser tan sensible a los embrujos. En política, en cada momento, se puede hacer lo que se puede hacer. A veces hay avances y otras hay retrocesos, y lo que cuenta es haber empujado en la dirección prometida. El desencantado querría que el mundo fuera de otro modo, y al comprobar una vez más que no, se desencanta, da un portazo y se va.

No son el núcleo de la izquierda, sino unos compañeros de viaje necesarios, que se muestran ocurrentes, bulliciosos y magnéticos cuando la ola sube (inspiración), pero cuando baja (espiración) les entra la pájara y pueden acabar provocando la estampida.