Mientras para casi dos tercios de norteamericanos Bin Laden ha ido de cabeza al infierno, es seguro que gran parte de los islamistas, y casi todos los radicales, dan por cierto que disfruta de las delicias del cielo. Esto es lo que hace de veras difícil el final de esta guerra. En el gran escenario están en juego el poder, el petróleo, el modo de vida, el papel de la mujer o la libertad de expresión, por citar algunos puntos de la línea de rotura, pero también el cielo y el infierno, con lo cual la gresca se proyecta al más allá, adquiriendo dimensión infinita, inabarcable e inmanejable. ¡Qué gran pacto sería sacar a Dios, con su cielo y su infierno, de los conflictos terrenales! No lo arreglaría todo, pero rebajaría mucho el octanaje del combustible. ¿Se atreverá el Secretario General de la ONU a proponer una moción al Pleno?, ¿condenaría el Vaticano esta iniciativa, por laicista?