Cuando comenzó el movimiento del 15-M, coordinado de un modo abierto por una organización informal, por una red, Democracia real ya, nadie sabía que acabaría congregando a más de treinta mil personas ayer en la Puerta del Sol ni a otros miles en otras ciudades españolas y europeas. Es más, pensé, más que en las revueltas violentas de Grecia, en el Mayo francés, aquella explosión de libertad sin duda divertida y refrescante, necesaria, pero igualmente narcisa, de una sociedad opulenta cuya principal consecuencia fue el regreso inmediato de De Gaulle al poder y una pluralización debilitante de la izquierda a través del predominio de las llamadas políticas de la identidad (las minorías).

Nadie imaginó tampoco que el 15-M sortearía inteligentemente la prohibición judicial de manifestación el día de reflexión, limitándose a no manifestarse, reunirse a reflexionar en grupo, no elevar consignas partidarias y poner en marcha una organización de limpieza de las calles, que la ha convertido en espectáculo de civismo juvenil, aún habiendo gente de todas las edades: las ideas no tienen la edad de quienes las portan...

Frente al Mayo del 68, que querían "lo imposible" (como todo histérico/a) todo gira ahora en torno a la reclamación de una "democracia real" por parte de una sociedad civil atravesada por una grave crisis económica que ve que los intereses de la mayoría caen presos a la primera de los dictados del mercado de capitales, etcétera. Piden que regresen -cabe incluso la versión hipermoderada- aquella economía social de mercado de la vieja Europa Occidental y que ahora, vuelta incompatible, invalida a la democracia.

Democracia real saltó a la calle un día después de que Jean-Claude Trichet, un economista hiperortodoxo que se despedía en una gira como director del Banco Central Europeo, advirtiera en El País que había grupos de presión financieros intentando ya impedir la regulación de los flujos de capitales y pedía a los gobiernos que siguieran adelante, que no dejaran de ponerles coto.

No es que estuvieran pendientes de Trichet, ni Trichet de ellos... Pero su éxito ya ha sido bestial: mostrando la vida real, irrumpiendo, han evidenciado la banalización de la campaña electoral, dejándola convertida en parodia barata...