Con más de un millón y medio de ciudadanos convocados a las urnas, Canarias afronta desde las nueve de la mañana de hoy unas elecciones singularmente importantes para escribir el futuro de las Islas, marcar la senda del progreso y la prosperidad o, por el contrario, dejar que su economía y sus ciudadanos languidezcan durante años bajo el golpe que ha infligido la crisis. Parlamento, cabildos y ayuntamientos esperan ya a las mayorías que se definan a partir del voto de los electores en un escenario que se presume políticamente muy complejo por la previsible necesidad de alianzas para dar sustento a muchos de los nuevos gobiernos.

Como el resto de España, Canarias llega a la jornada electoral tras un día de reflexión atípico en el que los mensajes de cierre de campaña de los candidatos se han visto arrollados y esquinados en muchas capitales españolas, Las Palmas de Gran Canaria, Arrecife y Puerto del Rosario entre ellas, por la movilización ciudadana del 15 de mayo.

Un movimiento espontáneo nacido al calor de las redes sociales que, a caballo entre el romanticismo here- dero del mayo del 68 francés y la apabullante inmediatez en la comunicación que permite Internet, concita la simpatía de quienes se identifican con el grito de los in- dignados contra el paro, la precarización del empleo y los salarios y el cinismo deshumanizado del sistema bancario, que con una mano toma fondos estatales para garantizar su salvación tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y con la otra presume de beneficios indecentes en el contexto de la crisis, más aún cuando ésta devora la economía doméstica de cientos de miles de personas.

Frente a ese golpe que tritura los sueños, jóvenes, pensionistas y familias enteras alineados en torno a las siglas del 15-M han alzado su voz para expresar su malestar y exigir un cambio. Aunque cuando el fenómeno se ha vuelto realmente llamativo es cuando se ha constatado su capacidad para desinflar el cierre de la campaña electoral y robarle todo el protagonismo a quienes están llamados a gestionar los problemas y las necesidades de los indignados desde gobiernos autonómicos, cabildos y ayuntamientos.

En este contexto la cita electoral adquiere, si se quiere, un valor doble. La energía espontánea del 15-M es desde luego un buen motivo para la reflexión en la medida en que se visualiza la voluntad de miles de jóvenes que, lejos de los patrones de individualismo y desmovilización que genéricamente se les atribuyen, exhiben una firme serenidad en la reclamación de cambios frente a quienes se apropian del poder que les otorgan los ciudadanos para medrar en beneficio propio.

Pero ninguna movilización en las calles y plazas de Canarias o de España puede sembrar la menor duda sobre cuáles son el único modelo y la única herramienta posibles para escuchar la voz de todos los ciudadanos en condiciones de escrupulosa igualdad y hacer de verdad posible cualquier cambio: la democracia y, en su marco, las elecciones que permiten a los votantes decidir quiénes asumirán el gobierno de lo público. Acudir a las urnas y ejercer el derecho de ciudadanía: he ahí la verdadera movilización por el interés de todos.