El dictamen de la OMS de que el móvil es cancerígeno no sorprende. En buena medida el móvil ha sustituido al tabaco, a cuya cajetilla se asimila en forma, bolsillo y tamaño aproximado. También en coste: un fumador de 1/2 cajetilla diaria gasta al mes en torno a 60 euros (un gran fumador, el doble o el triple, como un gran usuario de móvil). Pero es mayor aún la semejanza en la función, que consiste en vencer la angustia de la soledad y saber qué hacer con el cuerpo. Antes la gente llevaba el cigarrillo en la mano, o lo sacaba, para definir una postura, un gesto corporal, una estampa, y ahora utiliza el móvil. Es un modo, a la vez, de transmitir que uno tiene su vida, se mete cosas en el cuerpo, no está solo y sabe qué hacer con su respiración. De no existir el móvil la prohibición del tabaco habría dejado un vacío de vértigo. Vista la identidad, lo lógico es que también mate.