Paradójicamente, las reformas raulistas, con las que el castrismo pretende prolongar su existencia, ponen de relieve que el hasta ahora lento desmoronamiento del sistema estalinista cubano ha entrado, de forma brusca y acelerada, en la fase final de su proceso de extinción. Como en el resto de los regímenes comunistas clásicos, la insostenibilidad económica, hija de la improductividad del modelo, ha sido su talón de Aquiles. Digo esto a propósito de una información divulgada por Prensa Latina (agencia noticiosa gubernamental) acerca del tsunami de cesantías inherentes a las mencionadas reformas -reformas capitalistas y cesantías masivas que no son sino el resultado del choque de las jubilosas presunciones sociatas con la realidad-.

Según PL, el Ministerio de Educación cerrará el año académico 2010-2011 poniendo, como suele decirse, en la puta calle a 15.000 empleados, de los cuales, de acuerdo con un informe de la ministra del ramo, ya hay ocho mil declarados "disponibles", eufemismo que en la jerigonza oficial significa despedidos.

La Central de Trabajadores de Cuba (CTC), polea de transmisión de la dictadura, ha dicho en un comunicado reciente que "en correspondencia con el proceso de actualización del modelo económico y las proyecciones de la economía para el periodo 2011-2015, se prevé en los Lineamientos para el año próximo la reducción de más de 500.000 trabajadores en el sector estatal y paralelamente su incremento en el sector no estatal".

El objetivo del Gobierno es desalojar de sus robustas plantillas y enjuto presupuesto alrededor de un millón y medio de trabajadores, los cuales sólo cobrarán, y no en todos los casos, un mes de indemnización por despido y tendrán que buscarse la vida como cuentapropistas o como asalariados en el modestísimo tejido empresarial que se está formando, en medio de la precariedad del país, al amparo de las reformas raulistas. Sospecho que estos despidos masivos, demasiados para una isla con poco más de 11 millones de habitantes y tiranizada por un régimen en bancarrota, van a traerles días difíciles a los hermanos Castro si las reformas tardan en dar los frutos apetecidos. Frutos en los que creeré cuando los vea.

El presidente de Ecuador, el fogoso Rafael Correa, es el cachorro del cártel bolivariano. Días atrás estuvo en Cuba, adonde viajó para besarles la mano a los Castro y al Hugo Chávez, los socios mayores del cártel, quienes seguramente le dieron buenos consejos acerca de cómo borrar completamente del universo a El Universo. Sabido es que estos curtidos liberticidas han demostrado solvencia en el arte de la mordaza. El Universo es el periódico de mayor circulación en Ecuador y sobresale en la prensa ecuatoriana adversa al chulesco autoritarismo de Correa. Ésta es la razón por la cual Correa quiere cargárselo, y para conseguirlo le ha puesto a la empresa propietaria de El Universo una querella por "injuria calumniosa" -el mandatario señala concretamente un artículo contra él publicado en ese rotativo en febrero pasado-, querella en la que demanda una indemnización multimillonaria que quebraría al periódico si se pagara. Lo peor de esta milonga es que el ofendido presidente encontró un juez cómodo, manuable, que acaba de fallar a su favor. El Universo ha recurrido la sentencia. La edición del día de la condena salió con la primera plana en blanco.

El Universo está recibiendo importantes apoyos nacionales e internacionales. Aunque sin mucha convicción, espero que salga victorioso de esta nueva batalla latinoamericana contra la censura. Ya soy un hombre mayor y, para dar consejos, además de haber vivido, ostento el aval de haber pasado por la ardua universidad política del régimen castrista. Durante décadas aprendí en sus entrañas cuantiosas lecciones traumáticas, pero sin duda útiles. Así, pues, me tomo la licencia de aconsejarle, hermano lector, que jamás dé crédito a un poderoso que se muestre desconocedor de fechorías importantes que, en el ámbito de su autoridad, hayan cometido sus subordinados. El viejo lobo Murdoch y su avispado vástago se han presentado en el Parlamento inglés cual querubines ignorantes de los graves delitos -incluidos sobornos a mandos de Scotland Yard- cometidos, en el ejercicio de sus funciones, por encumbrados empleados suyos. Mientras disfrutaba del dúo Murdoch por la televisión, recordé a los Castro cuando intentaban ocultar, "sorprendidos" e "indignados", su necesaria implicación en la voluminosa trama de narcotráfico que tuvo de peones a altos oficiales policiacos y militares bajo su mando.

En asuntos escabrosos de gran envergadura, buenos para causar dolores de cabeza, no hay, lector amigo, subalterno que se aventure a actuar por su cuenta y riesgo, o sea, sin el mandato o la anuencia de sus superiores. Salvo que haya perdido la razón. Si usted no quiere derrapar por fatuo, recuerde esta ley cada vez que venga a cuento. Por otra parte, en estos casos es ley consecuente que quienes cumplen órdenes repudiables sean chivos expiatorios al destaparse la olla.