De esa manera saludaban los gladiadores al Emperador, antes de vencer o de morir, según determinara el imperial dedo pulgar. Muy adulador y muy obediente tenía que ser un perdedor para que le perdonaran la vida. En estos tiempos de terrorífica crisis global, muchas cosas que antes vegetaban en la oscuridad han sido reflotadas a la luz de las terrazas. Una de ellas es que el mundo se presenta como un Circus Maximus, un gran Colisseum en cuya arena los gobernantes del mundo luchan por la vida o, en muchos casos, por la supervivencia de sus pueblos. En el palco está el César, el dios y emperador Mercado, rodeado de los dueños de la economía y de las finanzas, de las grandes multinacionales, de los grandes banqueros, directores de poderosas agencias de calificación, etc., etc. El pueblo, es decir, el resto de los humanos, esperamos órdenes en los sótanos del circo mundial, pendientes de las decisiones del palco imperial, ejecutadas luego por los gobernantes gladiadores. Llevamos más de tres años de dura crisis mundial y hemos podido ver cómo el Mercado, Caesar y Summus Pontifex en el sistema neoliberal que nos somete, amenaza con la muerte a los gladiadores que no rinden a su favor; pero promete premios a los gladiadores que dejan la piel en la arena a favor de su dios y emperador. Antes de Cristo, durante el Primer Triunvirato de Roma, se daba una situación socio-político-económica igual a la que sufrimos ahora. Los dos triunviros Cneo Pompeyo Magno y Cayo Julio César, se vieron sometidos por el tercero, Marcus Licinius Craso, aristócrata muy rico y con práctica de alta capacidad financiera. Aquellos dos políticos tuvieron que plegarse a la voluntad del Mercado, representado por el rico Craso, que era verdadero césar y verdadero dios. El poder adquirido por Cayo Julio César se debió a la gestión financiera del gran "banquero" Craso. Tanto la parte más digna y pacífica del 15-M como miles de particulares y de colectivos españoles y extranjeros han entendido que los perversos causantes de ésta y de todas las crisis socio-económicas son los Mercados, alzados como dioses y emperadores. Son los usureros de todos los tiempos, tropa dirigida por los judíos, luego por los norteamericanos y últimamente por usureros de otras naciones. El triunviro Craso, además de muy rico y usurero, era también político y general, ¡perfecto!

Se acercan las elecciones del 20-N, es una fecha de gran responsabilidad para personas individuales y colectivos. Todavía no ha llegado la ocasión de la abstención masiva, no es el momento propicio. En esta actual situación política hay dos opciones partidistas: la derecha y la izquierda. La derecha se ha caracterizado siempre por su apego y su devoción al Mercado, a Craso que mima a sus fieles gladiadores. La izquierda, como Espartaco, siempre ha representado la rebelión de los esclavos contra el sistema cesarista o neoliberal. En esta última crisis, el dios Mercado ha subyugado incluso a la izquierda socialista española, que se ha arrodillado vergonzosamente ante el devorador Craso. Pero siempre será verdad que la izquierda es más capaz de contener la voracidad del dios Mercado; mientras que la derecha traiciona mucho más al pueblo para hacer feliz a Craso. Rajoy, hombre de derecha, devoto, por tanto, de Craso, no es el gobernante que conviene para enfrentarse al sistema provocador de esta crisis. Con él y con su partido, el sistema capitalista se radicalizará aún más. La estupidez, propia sólo de un ninot, con la que González Pons promete tres millones y medio de empleos representa la delirante ilusión de que el rico Craso siga premiando a sus incombustibles gladiadores de derecha. Considero evidente que sólo las fuerzas progresistas de izquierda pueden frenar la feroz ambición del césar Mercado, aunque no puedan destruir, por ahora, el sistema neoliberal que lo sostiene. ¡Llegará ese momento! Por ahora, se impone la unión de la izquierda y un voto que no suponga el Ave, Caesar, morituri te salutant!