Joyas las tenemos y adoramos todos, no solamente Liz Taylor. Una joya es sólo algo a lo que damos valor, distinto para cada uno, aunque también pueda cotizar en el mercado. Cuando uno causa baja en el censo, sus joyas se apagan con él, o al menos pierden brillo. Algo así ocurre con las míticas joyas de Liz Taylor, que saldrán a subasta. Valen por sí mismas, pero sin duda valían más para ella. Aunque conservarán un tiempo su luz, el hecho mismo de salir a subasta ya las apaga algo. Las joyas de los lectores, y por supuesto de los escritores, son los libros que han alimentado su pasión intelectual, aunque no valgan casi nada en el mercado. Cuando su dueño causa baja no sólo cae el valor, sino que se convierten en trastos inútiles, de los que el deudo se deshace a toda prisa. En el caso de los libros, pierden prestancia pero ganan la libertad, pues toda joya es prisionera de su devoto.