Teniendo en cuenta que un individuo es parte de la vida y que la vida es un fenómeno expansivo a pequeña escala, que forma parte de la fuerza expansiva del universo, la teoría del Big Crunch resultaba consoladora. Según esa teoría, al agotar su fuerza expansiva el universo volvería a encogerse, desandando el camino. A partir de ahí cabía imaginar que un día volveríamos a ser lo que fuimos, lo cual se parecía bastante a distintos mitos al respecto, del eterno retorno a la resurrección de los muertos. Ahora les han dado el Nobel a unos científicos que dicen que de eso nada, el universo se expande cada vez más rápido y por tanto (aquí supongo yo) el destino de la vida será ser centrifugada.

No es que la cosa tenga mucha importancia práctica para uno, pero no deberían premiarse estos mensajes desalentadores mientras no salgamos de la crisis, o al menos mientras no comience su Big Crunch.