El sargento Gilat Shalit no es exactamente un héroe. Su secuestro humilló al ejército israelí, y se ha enarbolado como símbolo del declive de la disciplina en las orgullosas IDF o Israel Defense Forces. Su intercambio por un millar de terroristas palestinos -en la misma proporción de las bajas que caracterizan a los conflictos en la zona- ha zarandeado la coalición derechista de Netanyahu.

El canje demuestra indirectamente el impacto del discurso de Mahmud Abbas en Naciones Unidas. A fin de neutralizar a la OLP, el gobierno de Tel Aviv reconoce la interlocución de Hamás y libera en masa a sus militantes, alguno de ellos con decenas de muertes a sus espaldas. Según todas las encuestas, la facción radical alentada por Irán y Siria perdería hoy las elecciones frente a Fatah. El espaldarazo israelí corrige ese desequilibrio.

En sus primeras declaraciones, Shalit habló de un avance en el proceso de paz. Sin embargo, su liberación viene acompañada por una intensificación de los asentamientos judíos en Jerusalén, que dificultarán la escisión de la ciudad santa reclamada por israelíes y palestinos. Por tanto, se trata más bien de la tensión insoportable que generan los rehenes en los países poderosos. El gobierno español reconocerá fácilmente la situación, después de haber sufragado generosamente a los secuestradores de pescadores y cooperantes.

Los comités paralelos de bienvenida a los terroristas liberados confirman el radical divorcio entre la OLP y Hamás, aunque el presidente de la Autoridad Palestina no dudó en encabezar un comité de recepción a los presos llegados a su reducto de Cisjordania, tras las gestiones de los enemigos íntimos de Mahmud Abbas. A diferencia de anteriores liberaciones masivas a cargo de Netanyahu para aplacar a Arafat, en este caso se ha excarcelado a terroristas indiscutibles desde el prisma israelí.

La peripecia del soldado Shalit demuestra que la condición de terrorista puede lavarse incluso después de una condena en firme, si concurren las circunstancias excepcionales que suelen ampararse bajo la razón de Estado. La negociación también confirma la flexibilidad de movimientos mesiánicos como Hamás. Desde la comprensible hipersensibilidad española ante el terrorismo, se multiplican las enseñanzas de una liberación multitudinaria en la otra esquina del Mediterráneo.