Geógrafos metidos a vulcanólogos, oceanógrafos sin un barco para diagnosticar el fondo marino y especialistas apartados a lo que se suma la deficiente cooperación entre las instituciones, la descoordinación de los recursos disponibles y el desconcierto de las autoridades sobre el desalojo de La Restinga han abierto más interrogantes que dado respuestas a la crisis sísmica en El Hierro, que si algo ha dejado al descubierto es la contradictoria y confusa gestión política y científica de un proceso como es la erupción de un volcán, que a diferencia de los terremotos es un fenómeno natural predecible que permite adoptar las decisiones propias de una situación de emergencia sin precipitaciones y con suficiente antelación. En medio de esta algarabía, cientos de herreños se preguntan aún si las medidas de protección y prevención que se aplicaron sobre la población estaban avaladas por conocimientos científicos adecuados y contrastados. La duda no debe incomodar a nadie: está en juego un modo de vida sustentado en los recursos naturales de la Isla.

El pasado geológico del Archipiélago es una fuente inagotable para el conocimiento de erupciones que cambiaron la faz del territorio isleño. El trabajo de los historiadores y los análisis científicos permiten acercarse cada vez más a las características de sucesos eruptivos como los de Timanfaya, Teneguía o Bandama. Pero no es suficiente. El volcán submarino de La Restinga ha puesto en evidencia que el Instituto Geográfico Nacional (IGN), referente nacional en sismología, no está especializado en disciplinas como la geofísica, geología u oceanografía marina. Estos saberes son y serán fundamentales para dilucidar el desenlace de la erupción de El Hierro, y también para estar alerta ante cualquier otra crisis futura necesitada de datos para el Pevolca, el plan de emergencias volcánicas de Canarias.

La evolución del seguimiento científico de El Hierro ha dejado traslucir una desorientación entre los organismos e instituciones con competencias científicas en la crisis sísmica. Los expertos del IGN, superados por la singularidad de la erupción, daban paso a otras voces expertas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El IGN, que en medio de la crisis optó por apartarse de la primera línea del protagonismo informativo, en nada contribuyó al sosiego de los isleños ni a esclarecer los parámetros de comportamiento de la erupción sobre todo si se tienen en cuenta las chocantes explicaciones de su portavoz, el volcanólogo Ramón Ortiz. "Pregúntele usted al volcán", llegó a afirmar ante una pregunta de un periodista sobre el estado de la erupción en El Hierro.

La extravagante dialéctica de Ortiz no era la ajustada para la crisis herreña. Pero sus exabruptos cómicos quedan en anécdota frente a otras cuestiones trascendentales que antes parecían minusvaloradas y que ahora las autoridades han caído en la cuenta de que son imprescindibles. Entre ellas, la necesaria presencia de un barco oceanográfico en Canarias; la relevancia de las áreas de conocimiento sobre el subsuelo y el mar de las Islas en los planes universitarios que estaban consideradas insignificantes o irrelevantes en los estudios de grado superior y el protagonismo de la investigación vulcanológica, una especialidad que hasta ahora estaba marginada para el Gobierno de Canarias, ocupado en otros menesteres tecnológicos a través de la Agencia Canaria de Investigación.

Este panorama, afortunadamente, ha salido a flote con la crisis sísmica de El Hierro y servido para espabilar al Ejecutivo regional y al propio Ministerio. La experiencia herreña ha acelerado la creación de un comité de expertos y el Ministerio de Innovación se ha dado un plazo de tres años para poner en marcha, por fin, un plan volcanológico especial para el Archipiélago. Sea bienvenida la buena nueva, pero los herreños no pagaron por ver un espectáculo. Echaron de menos la ciencia de un país desarrollado para una tierra donde los volcanes no son extraños turistas accidentales.