S iempre se puede elegir entre una luz u otra. Existe gente con criterio que así lo demuestra. Hubo al menos un español en este país que cuando se jugó la final del campeonato del mundo de fútbol entre España y Holanda prefirió ir contracorriente y ver dos películas de Bud Spencer y Terence Hill, concretamente Estoy con los hipopótamos y Y si no, nos enfadamos. La otra gran prueba de sabiduría está colgada en Mogán, más allá del puerto que coquetea con las aguas mansas, bajo unas laderas donde la Dirección General de Costas advierte del riesgo de desprendimientos y deja la responsabilidad en manos del que se atreva a cruzar una línea donde una tosca puede marcar un antes y un después en tu biografía. Precisamente en ese lugar, a metro y medio de un precipicio que promete algo más que unas magulladuras y margullos, alguien ha colocado un sofá. El mismo día que tuvo lugar el debate electoral entre Mariano Aznar y José Luis Rodríguez Rubalcaba (si Rajoy se confunde con los apellidos el resto del país tiene derecho a hacerlo, al menos por la parte alícuota del pago de impuestos), jóvenes del lugar prefirieron conversar entre ellos mientras los aspirantes de los dos grandes partidos se disponían a despellejarse entre ellos con la excusa de debatir sobre el futuro de un país que, como ese sillón, también se encuentra demasiado cerca de un desfiladero. Ya era noche casi cerrada cuando empezó el encarnizado choque, pero allá, en la línea del horizonte se adivinaba todavía el rastro amoratado de un atardecer y los que se apoltronaron aquel día en el sofá regresaban a casa comentando la precisión de las líneas del Teide y de Tenerife en lontananza. Al menos uno de ellos era un parado, uno de los cinco millones que ponía sobre la mesa cada dos minutos Rajoy para trasquilar la barba de Rubalcaba ante once millones de espectadores. Fue Canarias, región que se encuentra a la cabeza del desempleo, la comunidad donde el debate contó con menos televidentes. La gente se ha cansado de palabras mentirosas, promesas vagas y debates estériles. Prefiere la única verdad. El sol se oculta una vez al día. ¿Saldrá mañana? De momento ni la crisis ha podido evitarlo.