Tras la escabechina socialista me pareció inteligente que Zapatero dijese aquello, aunque suene a tópico, de que los votantes siempre tienen razón. A la búsqueda de un hilo conductor del éxito del PP y de la ruina del PSOE, la crisis económica, como se pueden imaginar, sería el epicentro sobre el que pivotan las tendencias no solo mayoritarias, sino también las reforzadas (IU y CiU) y otras emergentes como UPyD. El escenario nacional perfila varias corrientes: el consuelo socialista de que su votante, aún encolerizado con el bambi devorado por los lobos, no tomase la decisión drástica y desbocada de engordar al PP hasta el empacho con un trasvase de punta a punta. Segundo: el recurso de Rubalcaba de meter en campaña algunas de las propuestas del 15-M no amainó el rencor, sino que fogueteó la fuga. Tercero: el castigo superó la posición de la abstención y se aplicó con denuedo en la venganza contra el Zapatero de última hora. Y cuarto: el miedo contra los recortes ha sido un argumento inútil de los socialistas contra el Partido Popular.

Génova mantuvo firme sus 10.278.010 votos de 2008 y además arrastró unos 600.000, mientras Ferraz desangró su patrimonio (un acantilado en caída libre de 4,3 millones de votos), pese a que metió en campaña a la desesperada algo de los indignados. El olfato sociológico del aparato socialista no calibró con sutileza el efecto del viraje sobre sus cabreados: IU levantaba la losa de su sepultura y subía de dos a once escaños. La lectura evidente es que el método de absorción de Rubalcaba indignó todavía más a los disidentes socialistas, para los que el zapaterismo seguía embarcado en una concordia con la banca, las grandes empresas y las suculentas bonificaciones. La apuesta 15-M, en el contexto del enfado, fue considerada como una frivolidad. A un PSOE a la búsqueda de identidad no le va a quedar más remedio que entablar conversaciones con esta nueva versión de IU reforzada por saber qué piensa la izquierda alternativa sobre Europa.

El gran mantra de los socialistas contra el PP ha sido el dibujo del miedo ante los recortes. El mensaje no sólo dejó inamovibles los votos conservadores, sino que los incrementó algo vía desencanto socialista y esparció más de un millón en el granero que está antes de llegar al PP, la UPyD de Rosa Díez, que de un diputado pasa a cinco. En los estudios electorales hay un espécimen de difícil explicación: los votantes siempre prefieren a los conservadores en tiempo de crisis. El recurrido ejemplo de la praxis del PP en sus autonomías recién obtenidas tampoco tuvo efecto a favor del PSOE. En Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal salió impoluta. En Cataluña, CiU, con Artur Mas, ganó por primera vez a los socialistas pese a su polémica y contestada política de recortes. ¿Consecuencias? Una reafirmación de que el rechazo social a los recortes es relativo, y que todo depende (palabra preferida de Rajoy) de cómo se gestione.

El último apunte de estas elecciones se debe, por un lado, a la alta afección que tiene Rajoy entre los suyos, entre su inquebrantable voto, beneficiado en forma de mayoría absoluta por la dispersión del socialista hacia otros lares, y por otro lado a la desafección que logró Zapatero-Rubalcaba. El desmoronamiento o desmoralización socialista no responde al ciudadano que se quedó en casa para ver pasar el cadáver, sino a los que participaron activamente en el apuñalamiento. El estruendo en los cimientos de un partido nunca es bueno para la democracia. Pero el protagonista ahora es Rajoy, y cómo no, la tranquilidad y formalidad con la que se cumplen los ritos constitucionales cada cuatro años en España.