Roman Polanski es uno de esos directores de culto, que vienen de la época de los entusiastas cine-clubs universitarios de finales de los sesenta y que tras numerosos avatares -que incluyen detenciones y procesos- casi con 80 años es capaz de entregarnos otra película importante. Polaco de origen judío, viudo de la malograda Sharon Tate, es el inolvidable director de Repulsión, La semilla del diablo, Chinatown, Tess, Lunas de hiel y El pianista, entre otras grandes películas. Un dios salvaje (Carnage, 2011), actualmente en nuestros cines, es casi una tragicomedia altamente recomendable. Con cuatro actores de primer nivel, entre ellos Jodie Foster y Kate Winslet, pone en escena una adaptación de una nueva obra de la iraní Jasmina Reza, la misma que escribió aquella gozosa comedia Arte, que la lanzó a los cuatro vientos. Dos matrimonios burgueses, consolidados, cultos y con buena presencia, han de solventar un accidente sin importancia, travesuras de sus niños. La coraza de la civilización oculta las pasiones que pueden desbocarse a poco que se les dé oportunidad. Una cinta liviana y gozosa, con momentos muy conseguidos. No es perfecta ni acaso sublime pero tampoco importa, quizá porque la vida de los humanos difícilmente reúne estos adjetivos. Parece una pequeña radiografía sobre las conductas de matrimonios convencionales, pero tiene momentos de primer nivel. ¿Qué se esconde tras las convenciones sociales? Los actores y las actrices están a una gran altura, sus conductas caricaturescas convencen, llegan a la parodia. De este modo se ahonda en la fragilidad de la buena educación, se construye una radiografía burlesca sobre las maneras civilizadas que estallan por nimiedades. Un salón que llega a resultar claustrofóbico nos recuerda el origen teatral de la historia, que llega a convertirse en un reto para los cuatro intérpretes. Los cambios de ritmo y el crescendo en la actitud de los personajes logran provocar la paradoja. Las apariencias suelen engañar, así la presunta víctima en realidad podría ser el cruel abusador. Algo tan real como la vida misma. La observación cáustica de los comportamientos y las pequeñas hipocresías de los humanos ya estaba presente en Arte, pero ahora llega un punto más allá, se redondea. Genial.