Tal como aquí se dijo anteayer, tras ganar la Liga en Primera División Rajoy pasa sin hacer escala en vestuarios a la Champions, o sea, la Liga de los mercados, donde no cuentan los electores, sino los inversores. Los embajadores de éstos (las agencias de calificación) le han dicho ayer a Rajoy: "Sorpréndanos", lo que más que una amable invitación es una amenaza para el caso de que el dinero no obtenga cuanto antes de él una sorpresa positiva. Así de descarado se ha vuelto el gran capital global, tan pagado de sí mismo (a costa de que otros le paguen), que ya puede prescindir hasta del capitalista. Si en el Vaticano hubiera teólogos creativos (o sea, teólogos) identificarían con claridad en ese omnímodo poder sin rostro al mismísimo Anticristo. Y si hubiera politólogos empezarían a hablar del bicameralismo, con una Cámara alta del dinero, con forma de depósito del Tío Gilito.