Numerosos empresarios de Canarias tienen motivos para sospechar que ciertas instituciones públicas los consideran enemigos naturales y antonomásicos. Respetando (por ahora) la honorabilidad de todos, habría que saber quiénes son los presuntos amigos y qué clase de presuntos favores disfrutan presuntamente. Porque el muro leguleyo y ordenancista, paralizador del maná celeste que sería hoy -más que nunca- la inversión privada, está ilustrando fehacientemente la primera parte del apotegma (la del título). Comparto de la "a" a la "z" la argumentación del editorial "Canarias no soporta más frenos", firmado el pasado domingo por este periódico. Y me convence tanto como me preocupa el cansancio apuntado por Eustasio López, empresario indispensable, que inicia la serie de opiniones personales promovidas desde estas páginas. Desalienta y desmotiva la aplicación de las leyes del tiempo de vino y rosas a una situación de crisis sin precedentes que pone a Canarias en cabeza del paro español y europeo, liderando los umbrales de pobreza y confinando en la región de los sueños las opciones de primer empleo juvenil.

La increíble falta de reflejos para cambiar esas leyes y adaptarlas al sufrimiento adicional que nos ocasiona el descalabro de la economía, no solo delata falta de agilidad, sino crasa incompetencia. Los responsables de los gobiernos y corporaciones encastrados en el mediocre tabú legalista deberían cesar de manera fulminante a los portavoces que así se manifiestan y promover excepciones de régimen local que priven de competencias a los alcaldes-tapón. Las leyes no son palabra de Dios sino instrumentos reguladores del contrato social que se autocondenan si dejan de servir a las circunstancias cambiantes de la convivencia humana. Por tanto, no se trata de desregular hasta niveles libertarios -o "salvajes", como los que han traído la crisis- sino de ajustar las reglas a la realidad. No hacerlo puntualmente denota en el mejor de los casos una espesez desprestigiante de la acción política, cuya imagen pública ya está como está. Pero oponer como barrera la normativa obsoleta de los días de abundancia, sin un solo indicio de la voluntad de cambiarla en el más breve plazo, eso ya es aberración. Que nos digan los señores responsables de la "gobernanza" de qué manera piensan compensar los 15.000 nuevos empleos que ahora bloquean, un porcentaje colosal contra el paro si se tiene en cuenta que derivaría de una sola área de actividad: justo aquélla en que Canarias, o más concretamente Gran Canaria y Fuerteventura como grandes damnificadas por el síndrome ordenancista, tienen sus mejores bazas para superar con capital privado la crisis general. Y, desde luego, que dejen de tomarnos por tontos cuando se parapetan tras la falsa imagen de un territorio masivamente cubierto por el cemento. Entre esto y la realidad, tenemos innumerables familias sin trabajo y muchos miles de jóvenes vegetando al sol.