En el casi debate de los socialistas acerca de su derrota electoral, la preocupación de fondo es cómo recuperar al electorado de izquierdas con un pensamiento de derechas. A esto se reducen, en la práctica, las escasas intervenciones que uno viene leyendo o escuchando. Cero crítica o autocrítica en cambio, cero preguntarse cómo han podido entregarse al PP de un modo tan palmario, tan ritual, tan obvio, que diría Felipe González. Una pregunta: si el PSOE es de izquierdas, por qué en las situaciones críticas, que es cuando más se le necesita, se vuelve de derechas. Nos recuerda al ateo que en el lecho de muerte, y por si acaso, pide la confesión. Por si acaso hay Dios, claro, por si acaso nos estamos equivocando y la realidad es neoliberal. En los momentos de agonía, el PSOE pide la comunión y se arrepiente de sus pecados de igualdad, fraternidad y solidaridad.

Qué mal rollo produce la imagen de Zapatero intercambiando en la tele secretitos con Rajoy, dejándose golpear en la espalda (¡buen chico!) por Pío García Escudero. "Mirad, parece decir con gesto compungido, en lecho de muerte las cosas se ven de otra manera, de modo que si incumplí mi programa, mis promesas y mi talante por acción u omisión, pensad que lo hice pensando en vosotros, que no tenéis ni idea de que cómo son las cosas, las verdades fundamentales, las que aprietan cuando te visita el ángel de la muerte o el jefe de la City neoyorquina.

Y el ecce homo se retira tranquilamente de la escena, se marcha a un mundo mejor tras recibir los santos sacramentos y la bendición de los mercados financieros. Pero qué raro que el partido sin cuadernas que deja a sus espaldas permanezca en esa especie de estupor, de incertidumbre religiosa, como si todo él dudara de si existe o no existe la posibilidad de dirigir el mundo desde otra sensibilidad y otra filosofía económica distintas de las neoliberales que Zapatero ha empezado aplicar y que Rajoy continuará porque, ya lo hemos visto, no hay ruptura. El espectáculo ideológico es sobrecogedor. Gracias, en fin, Zapatero, por haberte encarnado en hombre, por morir por nosotros, por entregarte, aunque con retraso, a la verdad, y que en paz descanses a la diestra de Dios o a las órdenes de Botín. Un fuerte abrazo.