Existe un lenguaje engañoso de parte de los políticos, con clara intención de esconder verdades que no se atreven a trasladar al ciudadano y que éste asume pasivamente, con desconocimiento, embaucado por la maquinaria de formación de conciencias de los medios tecnológicos como la televisión. Veamos algunos ejemplos "los mercados" son en realidad los grandes poderes económicos internacionales. "Test de estrés de la banca" no se refiere a banqueros saturados de trabajo, sino a las malas prácticas financieras que han llevado al Estado a capitalizar con dinero público a bancos privados; no digamos ya eso de "nuestro sistema financiero", falso pronombre posesivo, salvo que los paraísos fiscales sean públicos. Pero hay más expresiones que nos llegan a diario, machaconamente, conceptos aceptados con mansedumbre, porque están diseñados para cercenar el pensamiento crítico: "rescate" por endeudamiento de por vida de los pueblos. "Ajustes", "austeridad" y "reformas estructurales", expresiones que implican la pérdida de derechos sociales de la mayoría de los ciudadanos, los sacrificados en este sistema capitalista que enriquece a unos pocos y empobrece a 3 de cada 4 seres humanos.

Ahora oímos con insistencia desde la derecha política y económica aquello de "reforma del mercado de trabajo" o "reforma laboral", cínica manera de esconder la intención de colocar a los explotados en una relación cuasi esclavista frente a las empresas, acaso amos, en este contexto de cinismo institucionalizado, manipulador de conciencias.

Las "primas de riesgo" no son parientes de segundo grado, sino expresiones de la enorme especulación de la economía y soberanía política de los Estados desde los centros de poder internacionales. No hablemos ya de la jerga militar, la farsa de "misión de paz" tras la que se esconden conflictos bélicos, muertes inocentes y oscuros intereses económicos y políticos. Esta elaborada semántica oculta realidades incognoscibles para los pueblos. Dice Noam Chomsky que la gente paga por su propia subordinación.