No lo soñé, lo leí. El titular podría referirse al precio aproximado de una barra de pan, sin embargo, fue la oferta laboral que recibió una periodista seleccionada por una web, como redactora, por cada noticia escrita de 800 caracteres. Sus trabajos debían hablar bien de una determinada marca de complementos para bodas, bautizos y comuniones.

Esta noticia deja de ser grotesca, además de por inmoral, si comparamos esa miserable propuesta laboral con los sueldos de los diputados, senadores y miembros de los tres poderes del Estado, los expresidentes de gobierno, a sueldo en las grandes empresas privadas, otrora públicas y privatizadas por ellos mismos, además de las pensiones vitalicias otorgadas a sí mismos por decreto y sin contemplaciones. Los que dan patadas al balón cada semana para entretener a las masas, los altos directivos de las multinacionales y hasta los miembros de la curia espiritual del sistema.

Es realmente chocante el contraste con los sueldos escandalosos e indecentes de los ejecutivos de la banca española, los terceros mejor pagados de Europa en 2010, según un estudio de los analistas de Alphaville, publicado por Le Parisien, figurando, Alfredo Sáenz, del Santander, con 7,878 millones de euros al año; Francisco González, del BBVA, 5,316 millones, Emilio Botín del Santander y su hija Ana de Banesto, 3,9 y 3,5 millones, respectivamente. Aquí hablamos de entidades privadas rescatadas con enormes capitales de dinero público de la quiebra a la que se encaminaban por sus deshonestas prácticas especuladoras.

¿Se imagina alguien que el rey cobrara 75 céntimos por hora de trabajo?, que es lo que le llevaría a la periodista en cuestión la tarea encargada; ¿a CR7 por cada gol marcado?, ¿a los banqueros por cada conducta lícita?; ¿los representantes políticos por cada verdad dicha??

Estas conductas cavernícolas que revuelven la sensibilidad humana hacen pensar si Dios existe. Prefiero clamar al hombre, como Antonio Machado: "Anoche soñé que oía a Dios, gritándome: ¡Alerta! Luego era Dios quien dormía, y yo gritaba: ¡Despierta!".