La denuncia de algunos políticos majoreros sobre los efectos cancerígenos de la futura antena en la montaña de La Muda en Puerto del Rosario (antes Puerto Cabras) suscita interesantes reflexiones científico-filosóficas. "No queremos enfermar de cáncer", dicen vecinos que colindan con la nada a cientos de metros, o kilómetros, de la nueva infraestructura. Por supuesto, casi todos los que afirman tal cosa hablan con el móvil en el bolsillo o el pinganillo en el oído. Y no rechazan las zonas wifi gratuitas. "Lo que está demostrado que produce cáncer es el tabaco, pero declarar a Fuerteventura isla libre de cigarrillos, puros y picaduras no es políticamente rentable porque no hay militares y no se puede ejercer de pacifista".

Los peligros sanitarios de estas instalaciones de Defensa son inexistentes; y desde luego, como aseguran expertos consultados en otras ocasiones y en esta, no hay la menor prueba al respecto. "Desde luego hay una forma radical para acabar con el cáncer: volver a la prehistoria. Sin tabaco, sin humo de los coches, y con la edad media en 30 años, o menos, la gente moriría de catarros e infecciones pero nunca de tumores, porque fallecerían antes". ¿Producen cáncer los móviles? Hay quienes dicen que sí, los mismos que aseguran que el sida se cura con homeopatía o que Eufemiano Fuentes está en Brasil. Sin embargo, lo único perjudicial que por ahora produce la telefonía móvil son los sustos en la factura a final de mes. ¿Que eso podría producir arritmias? Es probable, pero, como en el 'caso del salmón', sería difícil probar la relación causa efecto.

"Razones tiene el corazón que la propia razón no entiende", decía Pascal. Estamos en presencia de una variante de este principio, donde habría que incorporar los 'santos cojones' de los que desde la 'guerra fría' se mantienen erre que erre, como si nada hubiera cambiado, y como si no fuera necesario que ciertas cosas siguieran cambiando. ¿Por qué La Muda y no otra montaña? Por su altura. Porque tiene que estar en conexión con otro radar en Lanzarote y con otro en Gran Canaria; por eso los técnicos militares descartaron otras alternativas, que tampoco iban a ser bien recibidas, por cierto. Hay que reconocer que un buen recurso ha sido involucrar a Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco y un hombre de gran sentido común que mezcla en adecuadas dosis la utopía con el realismo. Federico Mayor es un reconocido pacifista, pero en sus múltiples libros y conferencias demuestra que tiene los pies en esta Tierra que habitamos, que no está poblada por ángeles, arcángeles y serafines sino por hombres y mujeres en los que están todas las categorías de la bondad y la maldad. Pueblos pacíficos fueron destruidos desde dentro por autócratas que incendiaron los corazones y congelaron la razón, y otros desaparecieron simplemente arrasados por enemigos que les sorprendieron. El general Custer fue derrotado en Little Bighorn el 26 de junio de 1876 porque Caballo Loco y sus guerreros, agazapados tras las colinas, rodearon de improviso al 7º de Caballería y mataron a todos menos al corneta. Si Custer -a cuya fama de indisciplinado y caprichoso algunos especialistas le añaden un atrevimiento que a veces se vio recompensado con la suerte- les hubiera hecho caso a sus exploradores nativos, insuficientes y en muchas ocasiones poco fiables -eran las 'antenas' de la época- y a sus superiores, no habría caído en la trampa.

Y, bueno, lo del 'respeto al medio ambiente' dicho por políticos de Fuerteventura es de nota, de la biosfera, pero de nota. Viendo alrededor resulta que los antimilitaristas utilizan la más vieja táctica militar: la cortina de humo, negra y espesa, que esconde uno de los monumentos más representativos de la España del bolichazo: la corrupción urbanística, agravada por la concurrencia de vulgaridad. Con el añadido de la incapacidad de aprender de la experiencia más reciente. (tristan@epi.es)