Canarias debe ser uno de los pocos sitios del planeta donde las empresas quieren invertir y las instituciones públicas se lo impiden. Resulta sospechoso que proyectos turísticos se queden estancados durante años y años por el capricho de algún funcionario, político o ambos.

Una región que tiene casi un 30% de desempleo en tiempos de crisis, pero que tampoco baja del 12% en los mejores momentos, es que algo falla. Si alguien tiene una mejor idea para las Islas, al margen de la industria turística, que la ponga sobre la mesa. Pero resulta cansino escuchar a alcaldes, presidentes de cabildos o al autonómico presidente sus brillantes iniciativas para abrir mercados, mientras empantanan inversiones millonarias que pueden generar más trabajo.

Y no vale el latiguillo de desarrollo sostenible y toda esa palabrería hueca. ¿Qué queremos sostener? ¿El paro? ¿Otro modelo económico sin turismo? Porque si estamos hablando del territorio ya existe una legislación estricta y ahí están varios hoteles de Lanzarote sorteándola.

Mientras tanto, la planta turística envejece frente a destinos más atractivos. Al final nos quedaremos sin turistas, sin empleo, pero con desarrollo sostenible.