El lunes próximo se reúne la Asamblea General de la ONU y la Liga Árabe para decidir si es hora de intervenir en Siria o todavía queda tiempo para el horror y el espanto. La diplomacia, la política y la burocracia van a permitir que en unos días sigan muriendo seres humanos, unos 15 o 20 por día, mientras se decide el procedimiento.

Situación complicada como pocas, donde hay que medir el alcance de las intervenciones en un país que es geopolíticamente una región, donde las fronteras culturales y religiosas pueden quedar en el aire. Factores tan importantes socialmente como la religión y las formas de organización tribal, son cuestiones que están en el cimento del conflicto; pues como pasó en Libia -y aún pasa-, donde las ejecuciones indiscriminadas de los afectos a Gadafi, que también son de tribus distintas, sin cámaras ni periodistas que relaten lo sucedido, es como dejar el infierno como estaba antes de la exportación de los métodos occidentales.

En Siria, importante enclave del cristianismo primitivo, tierra de Pablo, la confesión cristiana es minoritaria con alrededor de un 10% de la población, lo que no quiere decir que no existan tensiones; la mayoría del país es de confesión sunní en un 80%. Ya han sucedido los primeros ataques, pues no son enfrentamientos, a casas en barrios cristianos, aunque por ahora están intentando dialogar porque el objetivo es el mismo: parar la maquinaria opresiva y aniquiladora del clan Asad.

Se ha perdido mucho tiempo en armar, explotar, oprimir o alienar a esta parte del mundo y no se han esforzado por intentar, intentarlo al menos, comprender una serie de culturas que necesariamente han aportado al mundo una visión a partir de la cual se construye su realidad. Y esa realidad no es la nuestra; pero se puede llegar a pensar.

No sé si ha sido revolución o no el levantamiento del mundo islamizado árabe, pues toda revolución es un proceso, y cruento, como hasta el momento marca el indicador de la historia con sus datos necrófagos.

Hay gobernantes que proyectan su posible desaparición del poder; son los que se oponen a las resoluciones de los organismos internacionales, los que piden que sea el dialogo interétnico el que prevalezca por encima de cualquier otra consideración ajustada a derecho internacional. Y así como se cuentan los caracteres del artículo siguen cayendo seres humanos en la cuneta de la historia.