A Rajoy y a su gabinete les preocupa la mala imagen que damos los españoles con las manifestaciones por la sentencia del Supremo en el caso Garzón, por la reforma laboral, por los efectos de los recortes educativos en Valencia y el porrazo que te pego. El presidente quiere a ciudadanos con mesura que, pese a ser atacados por delante y por detrás, contengan su malestar y dulcifiquen su rostro, incluso hasta como en el rictus de la otra Gioconda, desde ayer en El Prado. Esto tiene su tela. Después va Guindos a Bruselas, coge al finlandés de turno y casi con la punta de la lengua en la oreja le dice: "Les he hecho un batido extremadamente agresivo, y están que ni se mueven. Sólo me falta sacarlos al alba y ponerlos a desfilar". Ponga usted que ahora viene a Spain un plenipotenciario de la UE, que nos abre la hucha y tal, y ya no sólo hay servicios de limpieza que sacan brillo a las calles y operarios que blanquean los muros, sino que también los delegados del Gobierno deben contribuir desde sus respectivas posesiones territoriales en el cuidado, buen hacer, entusiasmo y simpatía de los ciudadanos bajo su potente porra, perdón, digo jurisdicción. Y no olvide de ducharse todos los días.