Da la ligera impresión de que el primero que ha encontrado petróleo es el señor Rivero. Un sucinto repaso a las últimas semanas ofrece un montón por ciento de su tiempo dedicado a este oligogénico asunto. Es de Ley que se pronuncie, y rechace, faltaría octanos, pero como que él busca, prospecta, y chinga posteriormente chorros de carburo caliente en lo que es un filón para cualquier nacionalismo de manual, siempre necesitado de canallas externos en su razón de ser. Empezó suave pero como quiera que al otro, el Ministro de Chinchar, también le gusta la gasolina y le tiene el geito cogido -para algo recién vivieron un cameo gubernamental-, pues que se está encorajinando el asunto hasta llegar al soporífero recurso del colonialismo y los llamados al rebotallo social, cuando la rebeldía es un bien exclusivo de las personas, nunca de sus presidentes. Todo esto sería de gran divertimento y parranda en otras circunstancias. Pero hoy distrae al indígena de peores alquitranes, del piche que la propia falúa del Mencey pierde bajo su quilla hasta convertirse en una de las mayores mareas de paro en el mundo y que emplasta las islas desde El Hierro a La Graciosa. Si observan, esto no le encochina tanto.