Vista sin pasión, tenía algo de patética la demacrada Cospedal en su lectura victoriosa del batacazo del PP en Andalucía y Asturias. No fue la única en la noche poselectoral del domingo, pero sí la más encumbrada en la jerarquía del PP. Para recitar un "argumentario" prefabricado, bastaba cualquier currito de tercer nivel. Los "apuntes" desde la cúpula juegan malas pasadas a los partidos, y especialmente al que hoy gobierna el país por su rigidez ante las sorpresas de la realidad.

Nuestra cultura de la información exige reaccionar de inmediato a lo inesperado, pero la doctrina de las alturas carece de agilidad para modular sobre la marcha y no deja espacio a la "creatividad" individual. Así, por ejemplo, es posible escuchar a una dirigente conservadora de Canarias criticar el "fracaso" del presidente autonómico (nacionalista) por estimular unas manifestaciones antipetroleras que, casualmente, han sido las más masivas y unánimes de la historia de las islas afectadas. El argumentario interno dictaba fracaso, y había de serlo aunque saliera a la calle el 100 por 100 del censo. Dos días después, Cospedal y toda la pirámide propagandística se pegaban el "gallo" de la victoria en unas elecciones muy bien fechadas en Andalucía y completamente intempestivas en Asturias, pero ambas amargas para un PP que ha malbaratado en menos de dos meses el glamour del cambio.

Además de perder toda opción de gobierno y arruinar definitivamente su carrera política, Javier Arenas tan solo ha sacado tres escaños a Griñán, y ello por atribución de restos si se tiene en cuenta que en el porcentaje de votos le gana por un solo punto. Comparado con las generales y municipales, o confrontado a las expectativas, este resultado es, sencillamente, de pena. En Asturias, el techo del PP antes del triunfo de Rajoy es el mismo que después. Los escaños perdidos por Foro se han ido al PSOE, IU y UPyD, lo cual denota que sus bases están cada vez más lejos del gran partido conservador y acabarán diluidas en otros. Para este viaje...

Razón tenían los estrategas del PP posponiendo a las urnas del domingo las decisiones socialmente más duras contra el déficit. Los socios europeos no lo consintieron y "voilá" el resultado. Si aún faltaba dar la última vuelta de tuerca (como sugirió Mario Monti, otro que tal baila), habrá que ver hasta dónde se atreve el Gobierno después de la huelga general y antes de que se encadene con otras, como ocurre por ahí. La nunca descartable eventualidad de gobernar contra el país no tiene salida, por mucha mayoría absoluta en las cámaras y mucho azul en el mapa autonómico. No quiere decirse que abunden las alternativas, pero queda claro que el sacrificio social ni se alivia ni es digerible con mera dialéctica. El PP deberá revisar esos argumentarios cocinados para un país que no existe.