El canciller de la nación canaria, el sauzalito Paulino Rivero Baute, asistido por dos edecanes, el de Acción Exterior, el comisionado Cándido Padrón Padrón, y el de Turismo, licenciado Ricardo Fernández de la Puente Armas, gira visita a territorio sudamericano en estos muy raquíticos días del Señor.

La aguerrida expedición, que cuenta con el socorro de varios hacendados isleños, persigue jallar entre los naturales de tan remotas lindes sustancia para estrechar aún más los vínculos, si cabe, entre el chinijo archipiélago y la República Oriental del Uruguay, antigua Colonia do Santíssimo Sacramento. En la derrota de esta riesgosa misión, Rivero Baute, Padrón Padrón y Fernández de la Puente, incursarán en Montevideo, plaza fundada por el español Mauricio de Zabala y que luce capital del sitio desde 1726.

Entretanto los desalados indígenas, temerosos de los luengos periplos en carabela aérea, el febril tute a pie y caballo y los perniciosos efectos del jet-lag, resoplan bucios y ofrendan leche anhelando la fortuna en el retorno de tan provechosa peripecia que, ¡por Bentejuí!, bendecirá a las ínsulas con ingentes atarecos colmados del maná de la dicha, el beneficio, la yerba mate y otros surtidos caprichos criollos.