Las últimas intervenciones de Alberto Ruiz-Gallardón, ministro de Justicia, en el Congreso de los Diputados están acabando a pasos agigantados con su imagen moderada e incluso de ser una rara avis en el Partido Popular. El político, al que muchos han reconocido que votarían si no estuviera en el PP y que ha mantenido hasta ahora una fama de buen niño para las madres o de yerno ideal para las suegras, va y da el cantazo con su posicionamiento sobre la mujer y la maternidad. Y es que chirría que Ruiz-Gallardón, al que se le supone miembro del sector menos derechoso de su partido, se postule como campeador de las féminas que quieran ser madres y que, según su visión, sufren presiones para no serlo, lo que ha denominado casos de violencia estructural. Pero no ha quedado ahí su papel de paladín, sino que además, como le espetó la diputada socialista tinerfeña Patricia Hernández, quiere tener la potestad de "repartir los carnés de mujeres auténticas". Son declaraciones desafortunadas, a saber si patujadas de ministro novato, porque lo contrario sería dibujar un tétrico y rancio panorama social de antaño, cuando la mujer era vista como una eterna niña que debe ser tutelada.
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