Más que individuos, Totoyo y Mestisay son emblemas de la contemporaneidad canaria, pues tal vez no haya un solo isleño ajeno a la música que uno y otro prodigan. Y no es un lapsus personalizar el nombre de un ente, porque Mestisay es, por antonomasia, Manuel González Ortega, inventor del nombre, fundador del grupo, alma y sangre (junto a Olga Cerpa) de su presencia de más de tres décadas en nuestra cultura. Además de crear una música que nos acompañará siempre, Manolo es investigador etnocultural y magnífico escritor de textos para canciones, o libros que estudian personas, hechos, fenómenos y contextos. Tengo su bibliografía siempre a mano, más por deleite lector que por afinidad amical (intensa, por fortuna).

Manolo está presentando su libro sobre Totoyo, máximo intérprete del instrumento también antonomásico de Canarias. Y esta valoración que me hago no dimana de su virtuosismo, aunque sea desbordante cuando viene al caso, sino de aquello que convierte la comunicación popular, empezando por el idioma, en lenguaje creador de expresión artística. Luis Millares Sall, Totoyo, es como compositor, concertista y pedagogo, el timplista por definición, el padre de todos los demás a partir del momento en que quieren y pueden pasar la marca de la fiesta para entrar en el espacio del arte. Y ello sin perder la calidez ni alterar la certidumbre de lo que nace del pueblo; más bien ennobleciendo su autenticidad, tanto mayor cuanto más leal al verbo de origen.

Miembros de generaciones diferentes, Totoyo y Manuel aparecen en este libro, La leyenda del timple, identificados en la visión del mundo y en los valores que signan una identificación profunda. El músico-escritor escribe con placer, define, analiza y proyecta un perfil humano y un perfil artístico que complementa con generosa iconografía. El intérprete-maestro, apasionado en el arte y en la vida, arriscado a veces, siempre polémico, descubre y comunica su mejor vertiente millariana en cuanto vástago de una familia asombrosa y quizás única, en la que he tenido grandes amigos como sus hermanos Agustín y Eduardo, y sigo teniendo queridas amigas como sus hermanas Jane y Yeya, admiradas artistas.

Hasta ahora conocía la música de Totoyo mejor que a él mismo. Con este relato de Mestisay, espléndidamente editado, las canciones y bailes del disco que lo completa y las formidables imágenes del vídeo realizado por Pedro Siemens en el concierto-homenaje producido por Mestisay (Auditorio Alfredo Kraus, 2008), mi holograma totoyiano se desdobla en dos planos definidos casi por igual: el del músico y el de la persona.