Son parte esencial de los iconos de nuestra época. Son las mimadas de los medios, las pretendidas por los futbolistas, por los actores de Hollywood. Son las Barbies de oro y diamantes, casi resultan esqueléticas, se someten a una disciplina espartana para mantener esa figura sin un gramo de grasa. Por lo tanto comen lo justo, casi no duermen, se aplican a la disciplina más dura. Por unos gramos de más todo puede irse al traste. Su carrera es breve, intensa y luminosa como la cola de un cometa. Pero los cometas suelen desvanecerse con prontitud. Como vivimos en una sociedad de pasarela y exhibición mediática recomiendo ir alguna vez a un desfile, hace poco así lo hice en el Casino de Las Palmas. ¿Cuántas chicas no sueñan con llegar a la cúspide, recibir los focos? Hieráticas, con mucho gimnasio, delineadas a la perfección, avanzan cruzando los pies sin dudar. ¿Por qué las modelos nunca sonríen ni guiñan el ojo? Porque responden a un guión ensayado hasta la saciedad, porque ejecutan los rituales del glamour como si fueran soldados que se disponen a la guerra. Lo que más me gusta es la ambientación musical, se agradece que programen Stand by me y La vie en rose mientras desfilan con sus portentosas coreografías. En la TV parecen robots con esos trajes imposibles que nunca se exhibirán en un escaparate, pero que por el mero hecho de desfilar ya tienen una cotización importante. Son espectáculo, carnaza de cotilleo en las televisiones del grito, y recogen el runrún de la admiración. En el lento y tedioso cóctel siguen posando con su careta imperturbable. Semidiosas que juegan a ser inalcanzables, por eso avanzan hieráticas sin mover un músculo, prohibido hacer cualquier concesión a la audiencia. Terminados los fastos de los focos, la música y los aplausos, podrías contemplarlas como muñecas sin pilas, algo hastiadas, su rostro con rictus de melancolía. Lejos del pontifical del desfile, intentan recuperarse de los estragos de la noche, echan mano de una ilusión antigua, quizá de cuando estaban en el instituto y ya soñaban con ser modelos o artistas, los micrófonos y las galas, París y las pasarelas, los contratos millonarios, un novio que las rescate de lo que tal vez sea su pequeño limbo cotidiano.

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