Pepa Bueno les dio paso al final del telediario de la noche de TVE a García Margallo y Soria. El ministro de Exteriores me recuerda a aquellos amigos que mi padre encontraba en las capitales de provincia, cuando recorríamos el país, en semana santa, entre el ocio y la cultura: todos eran alféreces provisionales, procuradores por el tercio familiar, gobernadores civiles o un cóctel de todo eso y algo más. Margallo, de sólida experiencia en asuntos europeos, demócrata y monárquico, me recuerda a aquellos señores, no puedo evitarlo. José Manuel Soria es otra cosa. Como canario, debería parecer y aparecer más afable, menos gruñón, pero ni el habla le salva: con hombros descontrolados y manos perfectamente adiestradas, estableció, por segunda vez, una ecuación muy discutible. Repsol=compañía española=Gobierno de España=intereses de los españoles. ¿Desde cuándo los negocios de una empresa privada representan las esencias patrias? Por cierto, ¿qué es hoy una empresa española? ¿la que tiene una mayoría de accionistas con pasaporte español? Pues habría que contarlos.

Su aparición en el salón de mi casa convirtió mi plasma de tv en ectoplasma guerrero. Un poco de contención hubiera estado mejor, frente a una señora que presentó la expropiación de YPF con un retrato de Eva Perón a su izquierda. Se han vuelto locos estos romanos. Tanto Soria como Margallo piensan bien y saben más de lo que aparentaron en la puesta en escena del lunes. Quizás, con elefantes, recortes y perdigones, hacía falta una llamada al orgullo patrio. "¡Con todo lo que hemos invertido!" Con todo lo que nos han dado: desde acogida de exiliados y emigrantes. Después, en el 76, huyendo de sus milicos, trajeron a España nuevas formas de hacer periodismo, publicidad, música y cultura en español. Cristina no es igual a Argentina de la misma manera que Repsol no es igual a España, pero tiene sus derechos, aunque nuestro gobierno no necesita, para defenderlos, ponerse tan chulo (tan godo, ministro Soria).