Hacen bien las víctimas y los familiares del caso Kárate en apelar a la salvaguarda de su identidad en el juicio a los procesados por presuntos delitos de agresiones sexuales y corrupción de menores. Bastantes traumáticas han sido las experiencias pasadas y mucho viene siendo el esfuerzo de los afectados de rehacer sus vidas para que se conviertan doblemente en víctimas a través de su estigmatización social.

Este proceso judicial en marcha supone un momento duro para las víctimas, pues les hace revivir un trauma que debe quedar atrás. También para sus familiares, igualmente traumatizados por la violencia ejercida sobre los más pequeños y cocida a sus espaldas, motivo que justifica el anonimato de todas las personas afectadas. De nada serviría, por otra parte, haber numerado a las víctimas para evitar citar sus nombres, así como los de sus familiares, si después tuviesen ellas o algún miembro de su familia que mostrar sus rostros y ofrecer sus terribles testimonios ante los procesados. Por lo demás, no viene mal recordar que no se juzga a las víctimas, sino a sus presuntos verdugos. Esos que se muestran en las imágenes tan sonrientes, cuando no con la cabeza alzada y la nariz alta, después de haberse nutrido presuntamente del miedo terrorífico de seres inocentes y en cuyos rostros asustados solo veían presumiblemente una muestra de admiración hacia ellos, sus ídolos.

El juicio debe continuar su propio curso sin interferencias morbosas y mediáticas, lejos de ese ámbito donde se llama por teléfono a víctimas o se las aborda en la vía pública o en sus casas.

Por fortuna, hasta el momento, los medios de comunicación en general están transmitiendo objetividad y discreción, cuestión que facilita un clima de sosiego para que el tribunal pueda tomar una decisión justa. No se trata de obstaculizar la libertad de información y opinión, base de toda sociedad democrática, sino de mostrar respeto hacia la intimidad de quienes hoy, en un afán de superación personal, verían truncado su esfuerzo, de añadirse a su condición de víctimas de lo padecido una nueva victimización social.