La Real Academia de la Historia ha decidido zanjar la polémica sobre la biografía de Franco, publicada en su curioso Diccionario, añadiendo otra de signo contrario, que figurará como un addendum, signifique lo que signifique addendum. Esto quiere decir que está dispuesta a establecer hechos históricos a gusto del consumidor. Si para complacer al público fueran necesarias tres o cuatro biografía más, se encargarían al historiador correspondiente y aquí paz y después gloria. Supongamos, por poner un ejemplo, que a un colectivo equis de sastres o de carniceros, lo mismo da, no le hiciera feliz que el Caudillo hubiera nacido en Ferrol. Pues se le hace nacer en Córdoba o en Almería, donde ustedes quieran. Después de todo, la historia es un relato subjetivo, no tiene por qué ser inflexible. Si hay eruditos que niegan el holocausto, que es un hecho histórico de este tamaño, por qué un militar tiene que haber nacido donde ha nacido. Que nazca donde les plazca a los lectores.

Pasa lo mismo con la historia de la literatura. ¿Por qué se tiene que atribuir siempre la autoría de Madame Bovary a Gustave Flaubert? Personalmente, habría preferido que la escribiera Lamartine. A nadie dañaría que en los libros de texto apareciera un addendum señalando esta alternativa. ¿Que tú quieres que siga siendo de Flaubert? Ningún problema, todos somos demócratas, pero por eso mismo, porque somos demócratas, déjame a mí creer que es de Lamartine o de Baroja. En el fondo, la propuesta de los directivos de la Real Academia de la Historia es una carga de profundidad contra las actitudes dogmáticas. Seamos tolerantes, han venido a decir, si los alemanes prefieren que Cela haya nacido en Berlín, por qué hacerle nacer en Iria Flavia.

Muchos pensarán que lo que se gana en tolerancia por un lado se pierde en rigor científico por otro. Pero ese argumento estaba bien cuando creíamos que la historia era una ciencia. Ahora es un pasatiempo de ficción, como la economía. No es que no se pueda predecir lo que va a suceder, es que ya no hay manera de posdecir lo que ha ocurrido. Por mi parte, me complacería mucho figurar en algún manual como el autor de La metamorfosis. ¿A quién hago daño?