Lo que está pasando es la crónica de un desastre anunciado. Acabamos de atravesar la peor semana de la gran depresión, con la Bolsa en la ciénaga, la prima de riesgo escalando a alturas insoportables y cien mil millones de euros de capitales fugados del país de enero a marzo, casi tres cuartas partes en este último mes. Los analistas ya hablan sin remilgos del retorno a la peseta o del rescate europeo de España. El ocultamiento del estado real de los bancos y del agujero de las comunidades autónomas constituía un secreto a voces. Sólo los banqueros y los políticos parecían empecinados en silenciarlo.

Al destaparse los problemas y cumplirse la profecía que mu-chos vaticinaban hace años, los mercados pagan con desconfianza el encubrimiento. La desastrosa gestión de Bankia y la torpeza al abordar el problema nos tienen al borde del precipicio a pesar de que su cuota de mercado es inferior al 10 por ciento. España necesita un pacto PP-PSOE para sanear a fondo el sistema financiero lastrado por la burbuja inmobiliaria y ganar el respeto de la UE.

La enseñanza más valiosa que puede extraerse de esta crisis es ética: la mentira, en la economía y en la política, siempre conduce a la ruina. Sospechaban los mercados que muchos bancos y cajas españoles escondían más agujeros que un queso de gruyer, y era cierto. Consideraban los inversores internacionales que las autonomías camuflaban deudas, y también era cierto. ¿Habrá datos peores ocultos? Las consecuencias quedan patentes en el angustioso calvario de esta semana. De mantenerse por más tiempo en las cotas de estos días el interés que el Estado paga por los préstamos -la prima de riesgo-, nuestro país dejará de ser solvente por asfixia.

La economía española no sobrevivirá sin dinero a precios razonables con el que llegar a la estabilización y luego al crecimiento. Entre tanto pánico, hay un aspecto positivo: por fin los problemas reales salen a la luz, condición imprescindible para resolverlos. Lo que otros abordaron hace cinco años, el saneamiento de los bancos, España lo acomete ahora tras cuatro reformas fallidas, desorientación en los remedios y descoordinación en los mensajes. Ha sido como arrojar gasolina al incendio.

Bankia pasó como el rayo de unos beneficios de 360 millones de euros a unas pérdidas de 3.000 millones. Dijeron que todo el sistema bancario necesitaba 15.000 millones para recapitalizarse y sólo la entidad madrileña consumirá 23.600 millones. Pero lo más llamativo es la carta de su anterior presidente, Rodrigo Rato, en la que denuncia que la ayuda es exagerada, innecesaria y una competencia desleal para las demás entidades financieras al comprometer fondos públicos. Son cuestiones que necesitan una clarificación para que los ciudadanos sepan a qué atenerse. ¿Por qué no se exigen responsabilidades a los políticos instalados en los consejos de administración de las cajas, que ni siquiera saben interpretar las circulares del Banco de España, y a los directivos que las han hundido en el pozo, en vez de mandarles para casa con decenas de millones de euros de premio? El Gobierno, que, en líneas generales, ha enfocado correctamente la reforma laboral, según reconoce Bruselas, se está equivocando en la gestión de la crisis del sector financiero español, una herencia sin duda de ejecutivos anteriores que exige temple, prudencia, competencia y pronunciarse a tiempo y con inteligencia para convencer a los mercados.

¿Está España al borde de abandonar el euro y la UE? ¿Es eso hoy una solución? Relevantes economistas como Fernández Villaverde, Garicano y Santos aseguran que significaría volver al atraso que vivió nuestro país en los años 50, tiznados de un deplorable peronismo que solo beneficiaría a los enchufados al poder de turno. Apuestan estos expertos por negociar una solución cooperativa, sin ventajismos, y por abandonar de una vez la actitud populista de inventarse enemigos exteriores.

El consenso pasó de ser virtud democrática a gesto de debilidad ideológica. El PP y el PSOE tienen la responsabilidad de restaurarlo en las dramáticas circunstancias que vivimos. Felipe González acaba de pedirlo para superar este trago crítico. ¿Qué espera al pasaje de un avión si el piloto y el copiloto pelean en mitad de una emergencia? Con demonizar a Merkel no resolveremos nuestros problemas, que exigen reformas en serio para conseguir un país mucho más competitivo donde la riqueza surja del esfuerzo y el mérito y no de los favores de los poderes públicos.

El devenir de los acontecimientos ha hecho que España tenga en sus manos la llave de la UE. Algunos analistas, incluidos premios Nobel, prevén el apocalipsis en breve. Otros piensan que estamos ante el umbral de una época nueva. Depende de Europa, depende de España y depende, tam-bién, de nosotros.