Gran Canaria ya está en campaña romera de la temporada primavera-verano. Esto se sabe más o menos cuándo comienza pero no cuándo acaba, de tal forma que salvo excepciones, en realidad este programa de isa y folía ocupa la totalidad del año. Si un guirre imaginario fuera capaz de sobrevolar toda la geografía insular a la vez sería alcanzado por un volador al menos en una ocasión por semana en temporada baja y acribillado varias veces de aquí a noviembre. Está por hacerse el estudio para discernir el porqué de qué el indígena disfruta de este almanaque de citas infinitas en las que entregarse a los beneficios de la ofrenda y la romería, género que desde mitad del siglo pasado se ha ido industrializando en varios niveles de atrezo, algunos incluso exportables con posibilidades de convertirse en importante entrada de divisas, como el endógeno portavasos 'collarín', fabricado en cuero de vaca que facilita disponer de ron a dos manos mientras se carga el cereto al santo patrón. El asunto es que la organización da por sentado que uno debe vestirse de un tipo de mago o de maga que supuestamente existió en un indefinido pasado para acceder con todos los beneficios a un acto puramente festivo. Fue Néstor Álamo el que 'homogeneizó' la romería. Y otro Néstor, De la Torre, el que reinventó un max-mix presuntamente típico para recibir a los cruceristas. La Sección Femenina también puso su peculiar donaire para reinterpretar cómo se debía alicatar un homo isleñus, dejando al presunto canario de fajín, cachorro, chaleco, pisacacas, y a ella con machista delantal, vuelos y refajos. Pero usted ve la foto de un genuino campesino herreño tocando el pito en la década de los 20 y el único parecido es que también llevaban ojos. Y no pasa nada. Está muy bien, pero lo que fue un apunte para darle sabor, diversión y turismo ha ido derivando en un cierto integrismo en el que elementos algo fundamentalistas rezongan al participante por añadirse, digamos, unas gafas de sol, -que eso lo 'ha' visto yo-, como si el sol fuera un astro incompatible con la antigüedad. Lo más grandioso de esta bobería in crescendo es que antes nadie fue exactamente así a una fiesta de la tierra, si acaso los de la rondalla, de forma que si un ancestral romero del siglo equis se levantara del camastro y despertara en una parranda contemporánea a lo peor hasta lo echan por no ir a esta moda.