Hay palabras que a pesar de su largo recorrido en la historia de la lengua siguen atesorando una fuerte carga de polisemia que obliga al que la emplea a buscar la acepción más clara posible para que su significado sea preciso y certero. Uno de estos términos es perdón, que se usa en los ámbitos más diversos de la cultura. En el plano jurídico, en el religioso, afectivo o el político, es peculiarmente usado con mayor o menor fortuna.

Y así quedó demostrado hace unos días durante la conferencia que sobre el perdón dictó el filósofo Reyes-Mate en la clausura del curso del Aula Manuel de la ULPGC. El profesor emérito, que fue presentado por los profesores Daniel Barreto y José Alonso, quienes destacaron la honda preocupación que este tema ha tomado en las últimas décadas, hizo una profunda y clarividente exposición de este asunto dentro de contextos de especial dificultad, con ejemplos y datos extraídos de su experiencia como interlocutor de procesos donde el perdón es la pieza fundamental de todo el sistema social afectado.

En estas comunidades la violencia ha sido el principal factor de deshumanización donde la guerra, el terrorismo o la agresión del Estado han minado la cohesión interna. Pero no es fácil ponerse de acuerdo ni en el significado ni en el uso ni en el alcance de la acción de perdonar. Dado el inexplicable prejuicio al utilizarlo por sus connotaciones religiosas -aunque el Drae define sus usos- el término es ampliamente utilizado en la filosofía actual y en la teología, como una herramienta necesaria para intentar cicatrizar heridas cuya sutura está aún supurando sufrimiento.

El perdón tiene un alcance moral, que en el cristianismo es condición sine qua non del cristiano para superar las ofensas recibidas y producidas, y se ejercita como un imperativo moral que debe presidir todas los procesos de reconciliación donde la remisión de la deuda, la ofensa o el delito son obstáculos para la convivencia o la reconciliación. En la hora presente estamos viviendo procesos de reconciliación generosos en el País Vasco y en Irlanda, donde que quedan heridas tan resistentes al perdón que en ocasiones se hace imposible iniciar un camino de serenidad y análisis. El autor de Medianoche en la historia tiene su propia voz: Solo cuando perdonas quedan más cerca víctima y victimario para un utópico abrazo.