Aunque esté exiliado en Bruselas, Juan Fernando López Aguilar aún concita más simpatías en el Partido Socialista Canario que cualquier otro dirigente, incluido el líder José Miguel Pérez. Sobre todo, más que el líder José Miguel Pérez. Se comprobó este pasado fin de semana en el aplausómetro del Congreso regional, aunque es difícil saber si el caluroso recibimiento al exministro de Justicia fue realmente para animarlo en el cruce del desierto o simplemente para fastidiar a Pérez, porque la actitud de los socialistas isleños es cada día más enrevesada.

Después de dilapidar el caudal de votos que obtuvo López Aguilar en 2007, el PSC sigue en caída libre pese a conseguir lo que anheló durante dieciocho años: estar en el Gobierno de Canarias. Precisamente, ese parece ser el problema, que la cúpula directiva se aferra a los sillones del Consejo de Gobierno y la militancia considera que el partido está haciendo el indio frente a sus socios de Coalición Canaria. Eso es lo que recriminaron los 29 delegados que pidieron la palabra en el debate a puerta cerrada del sábado. Se quejaron de que el partido está vacío de contenido y de que ha perdido el contacto con la realidad. Por poner un ejemplo, un alcalde que perdió la mayoría absoluta en mayo de 2001 le espetó que lleva un año esperando que alguien del partido se dirija a él para pedirle explicaciones.

Frente a esas críticas, Pérez respondió con su habitual discurso conciliador, cuarenta minutos de huecas palabras que no hicieron sino calentar más los ánimos de los delegados, que en la votación a su candidatura le castigaron con un pírrico 53% de los sufragios. Por si era poca penitencia, la militancia socialista ofreció ayer domingo una sonora ovación a López Aguilar y poco faltó para que le gritaran aquello de presidente, presidente.

Ante esas muestras de apoyo en cada uno de los actos del PSC a los que acude, López Aguilar probablemente se acordará de todos y cada uno de los que le hicieron la vida imposible y le obligaron a dejar las riendas del partido. La duda es si esos aplausos tendrán una traducción práctica a medio o largo plazo, pues no da la impresión de que quiera volver a la política regional. En esas queda el PSC tras el Congreso, con un líder oficial al que pocos quieren y un líder moral que salió escaldado y no regresará.