El presidente de La Roja, Mariano Rojoy, anuncia aprovechando que no se le oye por el ruido de los voladores que va a apretar el acelerador de las reformas.

Usted dirá que qué queda por recortar, pero las crisis si algo bueno tienen, es que sacan a la luz derroches del pasado y excesos del presente. Una vez acabada la lista de tijeretazos económicos y sociales, queda aún un amplísimo campo en el que podemos perfeccionar nuestro paso por el mundo con un mínimo gasto energético y, por tanto, monetario. Es hora pues de autorrecortarnos a nosotros mismos y convertirnos en Homo merkulus con aquellos apéndices que, tras miles de años de evolución, hoy son inútiles para la eurozona. Veamos esta transformación posible con datos facilitados por la página web Marcianos.com.

Así, quedan todavía en nuestras cabezas unos músculos de cuando en la prehistoria movíamos las orejas para oír por dónde nos venía un trastazo trapero. O el erector de pelo -cuya funcionalidad aún tiene algo de sentido- y por el que nos erizábamos cuando el chamán subía un impuesto, te imponía el copago de la tila, o se quedaba con tus lentejas. Los pezones para ellos también son una inutilidad que aportan lo que un bono basura, y que en individuos enralados desfiguran, cuando no rasgan, las camisas incrementando el déficit.

Pero entre todos ellos destacan los ñoños, por su carestía. Excepto el gordo que sirve para que no se salgan las esclavas, ya no tienen utilidad desde que se inventó la playera, pero sin embargo hay que pintarlos, limarlos, y libarlos a veces. En España, con casi 48 millones de personas, descontando dos gordos por individuo, nos arroja 384 millones de ñoños que únicamente benefician a la industria de la ñoñoterapia: una pedicura fantasía, a 27 euros, supone todo un mes de leche en polvo.

Pero si estas cifras no le dicen nada, observe qué ocurre con la muela del juicio. Ya nadie mastica grandes presas, ni un triste entrecot. Sacar un cordal sale unos 300 euros que abona la Seguridad Social. Los españoles, de momento, disfrutamos de 192 millones de cordales, con un valor potencial extractivo de 57.600 millones de euros. Solo en dientes nos habríamos ahorrado la mitad del rescate, digo, del ventajoso crédito que negocia el país. Estaríamos sin muelas, es cierto, pero mandando en el G-7.