Con la perspectiva que ofrecen las tierras altas, observamos que la Isla en su cruda geología fue creada por la fuerza telúrica de los milenios. Pero también salta a la vista que con el reloj más comprensible de la Historia ha sido recreada por la voluntad de sus hombres y mujeres, y ha devenido en sociedad política, cultural y económica con identidad propia en el ámbito atlántico. El hombre político, en estricto sentido aristotélico, es el que configura la "polis", el que participa en la propia comunidad. En las islas, desde los tiempos inmediatos a la Conquista, se crearon instituciones político-administrativas que quedaron tuteladas por la Corona. El Fuero Real de Gran Canaria y las Ordenanzas de Tenerife conceden singularidades que, con el paso de los siglos, evolucionan de diversa manera. El Cabildo, primero como municipio-isla, es una de ellas. Cabildo es una rotunda palabra amasada a la historia de la Isla. Cabildo es capítulo. Y capítulo es capitel. Es cabeza. Lo que está en la cúspide. Y, por analogía, es reunión de los principales. Por ello, ¡cuánto honor y, a la vez, cuánta responsabilidad implica ser miembro del Cabildo! Nuestros cabildos acaban de cumplir un siglo de su historia moderna (1912-2012). En este tiempo, con vaivenes en su modelo, se han configurado como "casa de la Isla". Sin embargo, sabemos que la estructura administrativa de Canarias hay que consolidarla desde una visión de conjunto de todo el Archipiélago por lo que, partiendo de esa convicción, resultan molestas las voces insularistas cuando sólo defienden un peñasco que a veces se utiliza para lanzarlo contra otro. Por ello, creemos que el Cabildo, al defender los intereses de cada isla como una entidad supramunicipal, próxima a los intereses de los habitantes de un territorio concreto, está formando parte del concierto autonómico. Ese es el doble reto con el que se ha de seguir construyendo la sociedad política isleña, sin que las pasiones lleguen a cegar los esfuerzos conjuntos. En la coyuntura de este centenario, el Cabildo como órgano supremo de cada isla ha de proponerse involucrar de manera activa, fuera del modelo de gabinete, a la sociedad a la que representa.