Me parece un insulto llamar con ligereza "dobladores" a quienes dan voz a las actrices y los actores en las películas. Son, en cualquier caso, artistas de la interpretación. Si bien algunos no dan la talla, la mayoría realiza un trabajo magnífico. Gracias a ellos podemos disfrutar de una película como si la viésemos en su versión original.

Son actores y actrices cuyo arte consiste en copiar a la perfección, de modo que su voz supone como mínimo el aporte de un cincuenta por ciento al oficio. ¿Acaso no hemos asistido a películas en las que una voz inapropiada o que desvirtúa a la original es capaz de hacerlas trizas?

Parece que solo se habla de estos artistas cuando falla eso que se denomina el doblaje. De resto, permanecen en la invisibilidad. ¿Conocemos sus nombres? No, en la mayoría de las ocasiones, pues su profesión es de las menos valoradas.

Ninguna objeción por mi parte a que se puedan ver películas en versión original. Sin embargo, cuestionar, como hacen muchos, las interpretaciones en español de películas extranjeras tiene el mismo valor que oponerse a la traducción de libros de escritores foráneos. Se suele pensar, por lo demás, que la gente asistiría más al cine español si las películas extranjeras se proyectaran en versión original. Sin embargo, tampoco a un escritor español se le leería más porque se dejaran de traducir obras de Dostoievski, Kafka o Shakespeare.

Antes que doblar películas, estos artistas se desdoblan en otros personajes para volverse otros. En cierta forma actúan como el escritor, del cual dijera Robert Walser que se olvida de sí mismo cada vez que escribe la primera palabra, y cuando ha dado forma a la primera frase, no quiere saber nada de sí. Si la labor del escritor es desaparecer en su obra, la finalidad profunda de estos artistas es que se les olvide mientras vemos la película. Pero una cosa es ejercer con maestría su propia desaparición en el personaje visible al que le dan voz y otra bien distinta que no se les reconozca.