La anécdota saltó a los medios de comunicación: la Guardia Civil de Madrid ordenó a un conductor detener su vehículo, extrañada por la inmovilidad de la persona que iba como copiloto. Finalmente se reveló que no se trataba de un ser de carne y hueso, sino de un maniquí vestido de mujer. En la foto se la ve joven y bella, magníficamente ataviada con un fular, una peluca de melena negra y modernas gafas de sol. Incluso llevaba el cinturón de seguridad abrochado, de acuerdo a las normas de tráfico.

Según se cuenta, la finalidad del conductor era evitar el atasco circulando por una vía reservada al transporte público y a vehículos que llevan a más de un ocupante. Lo que no sabemos es si en la normativa se puntualiza que el segundo ocupante ha de ser un ser humano. Sea cual fuere el caso, la anécdota ha hecho sonreír a mucha gente. También le ha despertado su sentido del humor, a juzgar por las notas escritas bajo la noticia.

Los comentarios exceptuando los que llevan el sello machista, revelan un humor crítico e inteligente. Algunos comentaristas observan en el maniquí a la muñeca de goma de la película Tamaño natural de Luis Berlanga, o a la mujer de Cartón piedra, canción de Serrat. Otros hacen referencia a versos como los de la mujer silenciosa de Pablo Neruda: "Me gustas cuando callas porque estás como ausente, // y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca", y a los maniquíes de Orhan Pamuk en El libro negro...

Quizá estemos hartos de un exceso de realidad y por eso nos identifiquemos con quienes desafían imaginariamente a la gris normalidad. Es el caso de este conductor, cuya ocurrencia nos ha permitido por un instante darle la espalda a la crisis, a Rajoy y sus recortes, a la política represiva del PP y al estrangulamiento de los derechos y las libertades. Así, desplazando nuestra atención hacia una anécdota, hemos podido manifestar una libertad obtenida por la ruptura momentánea de todos los lazos.