Cuando los separatistas catalanes y vascos hablan del "derecho a decidir" están propiamemte hablando del derecho a decidir, "no por ellos y para ellos mismos", derecho que nadie les niega, sino del derecho a decidir "por los otros", por los que no quieren dejar de ser españoles. Por amplia que pudiera ser circunstancialmente, en una época de profunda crisis y "tribulación", en la que, según el dicho ignaciano, no conviene hacer "mudanza", la mayoría que pudieran obtener los partidarios de la ruptura de España, nada les otorga el derecho a arrancar, a los que no lo quieran, su sentimiento, voluntad y su condición de españoles, y de vivir como tales en un territorio que la historia reconoce como "Hispania" desde hace mas de 2.000 años, antes de la dinamización de la Península Ibérica, y que nunca constituyo, en ninguna etapa histórica, desde los albores de la humanidad, una "comunidad" con unidad política separada, soberana e independiente.

Bajo el engaño del "derecho a decidir", que apela a la más legítima "autonomía" del ser humano, se trata, falazmente, de imponer, a una eventual minoría, en una parte de España, el más terrible de los dictados totalitarios; el más brutal sojuzgamiento opresor, como es el de arrebatar al individuo, contra su voluntad y desde la "dictadura" de una eventual mayoría, su misma "personalidad ciudadana", esencial, histórica y política. Decidan los separatistas por ellos y para ellos, pero no por los demás, para lo que no tienen ningún derecho ni legitimidad, pues no existe ninguna legitimidad democrática de la mayoría sobre una minoría, que no proceda del pacto básico y previo de "todos", que tiene su manifestación en la Ley y la Constitución, como su forma suprema.

Y hablando del llamado "federalismo asimétrico", no se puede menos que decir que es un invento disparatado, que contiene en sí una contradicción intrínseca, pues, toda la doctrina y teoría política, concibe al "federalismo", como un pacto (foedus) entre partes iguales, para crear una "federación" integradora de rango superior, con propia personalidad y soberanía, que respeta un ámbito de autonomía " igual" a sus partes integrantes. Cuando se habla, por los "europeístas", de la aspiración de una Europa federal, a nadie se lo ocurre ese disparate de la "asimetría", que es sinónimo de desigualdad. Todos los actuales "estados nacionales" deben integrarse de manera homogénea y en pie de igualdad. La "Europa de dos velocidades", de "geometría variable", no sería nunca una Europa federal. Pero dejando a un lado complejas disquisiciones de teoría política, hay que destapar, de una vez, la burda trampa que los nacionalismos centrifugadores esconden bajo esa denominación de "federalismo asimétrico", que no es otra cosa que su pretensión de que, su quimérica Cataluña y País Vasco, tengan "voz" e influencia en los asuntos de toda España, pero que, por contra, el resto de España no tenga nada que decir en Cataluña y el País Vasco, como debiera ser por lógica correspondencia y "simetría". Es decir, se trata de la expresión más pura de la "ley del embudo": ancho para mí y estrecho para ti; o dicho de otra forma y de modo simplificador: "lo mío es exclusivamente mío, pero lo tuyo es de todos, entre los que me incluyo".