El 'Hotel Oasis' no es un hotel cualquiera, y esto se ha podido comprobar a lo largo del medio siglo de la historia del turismo en el sur. Por supuesto, el edificio necesita una rehabilitación, y hasta un aumento de la edificabilidad para sacarle más rendimiento económico y, como se dice ahora en la jerga de los supuestos especialistas, 'maximizar' la relación coste-beneficio. Eso está muy bien, y es muy moral y 'edificante'. Pero con algunas cosas antiguas hay que tener un cuidado especial, que se multiplica si encima están en lugares privilegiados, que por esa misma condición, suelen tener una paralela protección.

Y el hotel Oasis une a su condición de pionero del sur, la de estar en el sitio que le da nombre, en medio de uno de los grandes palmerales isleños, a tiro de támbara de las dunas y el Faro... por lo que ha sido elegido como postal y como destino de personalidades relevantes. Los astronautas que 'conquistaron' la Luna, por ejemplo.

En época de crisis hay que innovar -algo que predican los gobiernos pero que no hacen- y eso es difícil discutirlo. Los momentos de dificultades graves, de gran impacto social, exigen sacrificios. Pero hay que saber distinguir lo que es sacrificio de lo que es frivolidad. Sacrificio, y sentido común, es poner en valor el castillo de Mata. Frivolidad es haberlo machacado, desvirtuado, y rehacerlo con cursilerías de diseño. Sacrificio es invertir en la adaptación y ampliación del Hotel Oasis, pero frivolidad es hacerlo sin considerar su valor histórico -cincuenta años es toda la eternidad para Maspalomas- y su condición de pieza integrada en su entorno. Derribarlo para hacer uno nuevo en su solar puede que sea una opción más fácil y económica que asumir corsés arquitectónicos y trabajar con restricciones. Este tipo de medidas para no "desaprovechar" inversiones han arrasado insustituibles valores patrimoniales en las Islas y en toda España. Pero, en fin...

¿Y ponerle una planta más? Durante muchos meses el proyecto ha sido poco menos que 'materia clasificada'; y desde despachos oficiales se ha negado repetidamente que hubiera un aumento de la altura. ¿Por qué no ampliar en horizontal en vez de en vertical para no actuar como elemento discordante en el paisaje constituido por el palmeral y las dunas? Las copas de las palmeras, como punto de referencia, deben ser visibles en ese ámbito.

No es un disparate de excéntricos. No lo son los arquitectos que se oponen y la Academia de Bellas Artes. El pasado fin de semana 'Callejeros Viajeros' nos paseaba por Florencia, y nos enterábamos de que su plan urbanístico tenía, entre otros requisitos, uno especial: que la cúpula de la catedral fuera vista desde toda la ciudad. No se puede construir nada que la tape y que restrinja su cuenca visual. A nadie en su sano juicio se le ha ocurrido, ante la gravedad de las finanzas italianas, atentar, aunque solo sea visualmente contra su patrimonio. Bueno, en realidad sí se le ha ocurrido a alguno, aunque no se haya demostrado que estuviera en su sano juicio, pero el intento ha quedado en grado de ocurrencia y espanto de los demás.

No se trata de promover la dictadura de los tan denostados 'no-no' -que a veces han garantizado el uso multiplicador y ordenado de la riqueza en vez de su despilfarro- sino de racionalizar el urbanismo y de mejorar, incluso, lo que se ha hecho mal, para que rinda más y mejor.

Todos los propietarios de terrenos protegidos, y de viviendas históricas, o de construcciones sometidas a restricciones en aras del bien general o del dominio público, quisieran que sus realidades fueran distintas. Pero es lo que hay. Son las que son, que diría Rajoy. Seguro, además, que hay fórmulas, derivadas de las nuevas técnicas y métodos, para que el 'Hotel Oasis' diseñado por Manuel de la Peña e impulsado por Alejandro del Castillo, conde de la Vega Grande, pueda seguir siendo un icono y un negocio en los próximos cincuenta años... sin convertirlo en solar y sin que interrumpa el diálogo de la masa verde de 'phoenix canariensis' con el alrededor.