El papa, algo chocheante, va y declara en su libro best seller -estratégicamente lanzado antes de estas fiestas- que Jesús nació en un pesebre, es decir en un establo, pero que no había mula ni buey ni pastores con ovejitas. Está claro que Jesús no pudo nacer el 24 de diciembre, ya que la Iglesia, tan hábil, se apropió de la fiesta pagana del sol naciente igual que hizo con otros ritos procedentes de religiones más antiguas, pero eso no autoriza a Su Santidad a echar por tierra toda una iconografía que viene de aquella primera representación del nacimiento que se le ocurrió a san Francisco de Asís, que forma parte de la infancia de mucha gente y que tantos adeptos sigue teniendo en España y América Latina. Insiste. Eso sí, insiste en la virginidad de María, y de ahí no hay quien lo baje. Y acto seguido añade que los Reyes Magos fueron desde Tartessos (Cádiz) hasta donde estaba el Niño guiados por una supernova, cuando se nos había predicado que los Magos eran de oriente, de Persia o incluso de la India.

Todo esto viene a demostrar que estas Navidades van a ser un poco diferentes. Tocadas por la austeridad, hay quienes ya han renunciado a comprar carne de cordero, langostinos, champán francés y turrón del más caro. Conozco una familia de muchos posibles donde el plato estrella de la Nochebuena es, simplemente, pechuga de pollo empanada con muchas papas fritas. Cada casa tiene su propia tradición gastronómica, hay quienes para esos días ponen huevos rellenos, pastel de pescado, carne de cabrito o simplemente solomillo con papas panaderas.

En la mayoría de los hogares del pueblo llano no se renuncia a la pata de cerdo, a las papas arrugadas, al ron miel y a la sidra. Habrá casi de todo lo que siempre hubo pero sin tirar muchos voladores. La sensación de agobio económico, por aquello de la pérdida de la paga extra, está haciendo que las compras navideñas se ralenticen como nunca.

Las huelgas de líneas aéreas y otros pulsos hacen que las previsiones turísticas no sean las deseadas. Es posible que consumamos menos pero a fin de cuentas el tiempo pasa, la vida es corta y a finales de año todos comemos y bebemos más de lo necesario justo para celebrar que hemos dejado atrás un año malo, y ojalá venga un 2013 misericordioso. En definitiva, para alejar la idea de que el tiempo se nos acaba.