Como sabrán, el próximo 21 de diciembre, día de los mártires Glicerio y Temístocles, en principio se tiene que dar por terminado el mundo, una especie de eutanasia que los mayas debieron programar basándose en el cochafisco al que hemos llegado.

La historia no escrita sobre este augurio comienza cuando un maya visualizó una imagen de Wert, ministro de la Mala Educación, castellanizando España; al que fuera jefe del empresariado entrando rutinariamente por la cárcel para adentro con una naturalidad pasmosa por parte de sus antiguos compadres; y en fin, a personas que en vez de ingresar en los hospitales ahora los rodean para que no se los quiten; a la policía retomando la porra como arma de toletazo masivo; y a los pobres rescatando bancos.

Si a eso se añade a la burra y el buey pidiendo trabajo este maya que les digo no pudo llegar a otra conclusión que no fuera la del finiquito inminente, pero al parecer tampoco será este el fin del mundo, por lo tanto, a jeringarse, que queda más.

Recientes investigaciones no hallan el planeta Nibiru, cagoendié, que por lo visto era el planeta que tenía que venir a descansarnos. Astrofísicos de todo el sistema solar han estado al loro en observación por infrarrojos, e intentando dar con las perturbaciones gravitacionales en otros objetos por si alonga y para ver qué tal. Nada. No está.

Un error de cálculo maya, porque mientras exista un país como España, amigo maya, así de desorganizado no puede funcionar un fin del mundo en condiciones. Para empezar un planeta de estos puede terminar pifiado en el ayuntamiento socialista de Sabadell, en el portabultos del Rolls Royce de Gerardo Díaz Ferrán, en las casas consistoriales de Telde o en el joyero de Urdangarin.

Y en el improbable caso de que pudiera vagar por el espacio a velocidad del sonido enfocado hacia la Tierra sin que un paisano lo mangara, saldrían los sindicatos protestando por el inadecuado horario de impacto, el Gobierno decretando la cristianización de los inocentes nibirurienses y los ayuntamientos reclasificando los nuevos solares adyacentes. Resumiendo: que no hay forma terrestre ni extraterrestre de acabar con este mundo cochino.