Presentada como la obra más ambiciosa de la Real Academia de la Historia, el Diccionario Biográfico Español, que aspira a convertirse en un texto canónico, de referencia y prestigio, a semejanza del de Oxford, ya generó cuando se presentaron hace dos años los primeros tomos una gran polémica entre historiadores y especialistas por sus deslices históricos, interpretaciones partidistas y errores garrafales. Concebido como un titánico trabajo enciclopédico con más de 50 volúmenes, 43.000 textos y la participación de más de 5.500 biógrafos, las entradas que se van conociendo de los personajes canarios -más allá del análisis más o menos sesgado, datos escamoteados, erratas o deslices históricos- recogidos en los nuevos trece tomos de la obra -que la Real Academia de Historia guarda con celo, y que ha ido desvelando este periódico desde hace dos semanas- carecen de la solvencia y pulcritud mínima exigidas para una colección de referencia y prestigio como se pretende que sea el Diccionario Biográfico Español.

Ya no sólo es que el grancanario Juan Negrín López aparezca en algún texto del Diccionario como el presidente de un Gobierno "prácticamente dictatorial" frente a la generosa definición de Franco como un jefe de Estado autoritario pero no dictador, como concluye uno de los historiadores. La entrada dedicada al presidente del Gobierno de la Segunda República se equivoca en la fecha de su nacimiento y muerte -fechas fáciles de comprobar, por otra parte, que aparecen correctamente, por ejemplo, en la Wikipedia-, omite el nacimiento de dos hijas, patina sobre el instituto donde cursó sus estudios y yerra sus inicios en la política. De tal gravedad son las erratas y omisiones del político y fisiólogo grancanario que su nieta Carmen Negrín se ha quejado de que su abuelo queda en el Diccionario como un "pelele, sin talento ni iniciativa".

No es Negrín el único canario al que le ha tocado padecer las meteduras de pata, fallos cronológicos, enfoques sesgados y disparates históricos en los nuevos tomos del Diccionario Biográfico Español. De César Manrique su biógrafa omite la participación del artista lanzaroteño en el bando nacional durante la Guerra Civil, que marcaría con posterioridad su devenir artístico, la Fundación que lleva su nombre se menciona de pasada y se olvidan sus contactos en Nueva York con Andy Warhol o Mark Rothko, que tanta influencia tuvieron en su pintura. En la entrada del político Juan Fernando López Aguilar, el texto de la Real Academia le sitúa como asesor del ministro socialista Jerónimo Saavedra durante el Gobierno del PP de José María Aznar y desaparecen de la biografía su victoria en las elecciones autonómicas de Canarias de 2007 o las leyes más trascendentales que impulsó, como legalizar el matrimonio homosexual, cuando ocupó el Ministerio de Justicia.

El ensayista y Premio Nacional de Historia Juan Marichal es otro de los biografiados canarios que forman parte también del expediente de errores. La fecha de su muerte aparece equivocada, mientras que la ruta de su exilio ha sido trastocada. Según el biógrafo apresurado, su salida de España por la Guerra Civil comenzó por Casablanca, cuando realmente había pasado antes por París, donde junto a su familia padeció el asedio nazi como refugiado republicano. En el caso del autor de El secreto de España, catedrático en Harvard, el carácter escueto de su voz no ha sido sinónimo de precisión. Su querido Boletín de la Institución Libre de la Enseñanza, que dirigió durante bastantes años, recibe un trato de trámite. Incluso, el historiador del Diccionario lo llega a rebautizar como Boletín de Estudios, un descuido imperdonable para una publicación que refleja la filosofía de un proyecto educativo que consiguió situar la cultura española -e incluimos en ella la ciencia- más allá de nuestra frontera.

No son los únicos -al poeta Tomás Morales se le convierte en comedia el drama La cena de Bethania y se minimiza su poemario más logrado, Las rosas de Hércules- aunque sí los más llamativos de unos textos incluidos en los recién publicados volúmenes de la Real Academia de la Historia que por ser generosos, en algunos casos, parecen elaborados deprisa y corriendo, sin un mínimo rigor científico y con una información sesgada, manipulada o incorrecta.

No es difícil entender que la Historia no es una ciencia exacta y tanto sus hechos como personajes están sometidos al debate y la interpretación, pero una obra como este Diccionario Biográfico Español es una chapuza, en cuya elaboración ha faltado transparencia, control y textos integradores en las biografías más polémicas. A falta de una revisión y control mínimo de fechas y acontecimientos, la elección de algunos especialistas para tratar personajes y acontecimientos de la historia más reciente es sorprendente porque parece que la selección se hizo en algunas entradas más por simpatías ideológicas con el biografiado que por el prestigio como investigadores o especialistas de quienes las firman y en otros casos por puro azar o descarte.

Entre la supresión de algunas biografías, por su sesgo, la revisión, por sus errores, o el retoque por las erratas halladas en los textos, desproporcionados en algunos casos y breves en otros, los volúmenes editados por la Real Academia de la Historia, al menos en los casos de los biografiados canarios, deja el proyecto impulsado por esta institución fundada por Felipe V manchado por un historial de disparates históricos. En un momento en que los presupuestos de cultura de empresas y entidades públicas se han reducido a la mitad cabe exigir al Ministerio de Cultura que requiera una explicación de la Real Academia o, en su defecto, que comparezca su titular, José Ignacio Wert, para dar cuenta sobre el uso del dinero público para el Diccionario. En una época de carencias culturales, donde prolifera la frustración colectiva, este apoyo económico podría considerarse un despilfarro. El esperpéntico resultado de la aglutinación de voces sobre históricos españoles, entre ellos decenas de canarios, va camino de convertirse en un best seller, no tanto por el preciado contenido intelectual que oculta, sino más bien porque cada vez madura más el deseo de hacerse con un objeto lleno de rarezas por sus imprecisiones. Pero no olvidemos que esta joya está ahora nada menos que en la Biblioteca Nacional, cerca de los incunables.

En un momento en que los presupuestos de cultura de empresas y entidades públicas se han reducido a la mitad cabe exigir al Ministerio de Cultura que requiera una explicación de la Real Academia