L os días 24 y 25 del mes de mayo de 1502 fueron muy importantes para Maspalomas. Lo recoge Hernando Colón en su libro sobre la vida y hazañas de su padre. En el capítulo LXXXVIII explica las razones que tuvo el Almirante para hacer una escala, que hoy se llamaría técnica, en este punto. ".... llegamos a la Gran Canaria a 20 de mayo, surgimos en las isletas, y a 24 pasamos a Maspalomas, que está en la misma isla, para tomar agua y leña (...) necesarios para el viaje, de aquí partimos la noche siguiente..."

Noventa y siete años más tarde, en 1599, es el holandés Van der Does quien desembarca en Maspalomas para enterrar a sus muertos tras salir derrotado en la batalla con los canarios en Monte Lentiscal y tomar agua y leña. Una práctica que siguen otros navegantes en siglos siguientes.

Lo cual demuestra lo que, encima, es evidente: el oasis de Maspalomas, donde había agua dulce - porque si fueran a coger agua salada les hubiera bastado meter un balde en el mar, atado con un cabo- y vegetación que proporcionaba la leña que precisaban las naves.

Este enclave, por lo tanto, tiene una historia confirmada ya por las crónicas del siglo XVI; y fue muy importante para el Archipiélago. Puede afirmarse, en términos amplios, que fue uno de los primeros puertos del Atlántico, el segundo de Gran Canaria tras el refugio natural de las isletas, y que ahí, con Colón, comenzó en realidad su función turística, aunque con una pernoctación de solo una noche.

El boom del turismo de finales de los años sesenta del siglo XX en Gran Canaria provocó muchos despropósitos, como no respetar en su integridad el ecosistema formado por las dunas, un oasis y un lago (la charca) al que llegaban las aguas de los manantiales del cauce del barranco que bajaba de las cumbres, que producían una vegetación muy variada, en la que, por supuesto, abundaban las palmas (más tarde llamadas palmeras; por eso Las Palmas se llamó Las Palmas y no las palmeras).

No son ciertas, sino por el contrario, simple intoxicación indocumentada, las manifestaciones sobre el escaso valor del oasis, del que se ha llegado a argumentar que es posterior a la instalación de la industria turística. Por su morfología es perfectamente posible que los parajes que recorrieron los marineros de la flota colombina fueran, precisamente, los que hoy ocupan los hoteles y sus jardines, y los viales; y que los cadáveres de los derrotados holandeses fueran enterrados, como era habitual, a la sombra y resguardo de las alimañas y enemigos y no en las dunas.

Es decir, que aparte del valor paisajístico en sí, o del valor botánico propiamente dicho, el conjunto del oasis y el sistema dunar tiene detrás una historia que lo convierte en patrimonio histórico de alcance universal, pues el Descubrimiento fue una gesta universal, que aún hoy despierta admiración y forma parte del espíritu indomable del hombre y de su innata curiosidad para conquistar nuevos mundos. Es el mismo espíritu que animó a los astronautas, Armstrong, Aldrin y Collins, que conquistaron, NASA mediante, la Luna y que, por cierto, también, como Colón, recorrieron el litoral de Maspalomas, estuvieron en el oasis y las dunas y alabaron su belleza.

El descubridor de América, los pioneros en pisar el satélite de la Tierra, la mayor hazaña realizada por el hombre... y hay quienes, memos o irresponsables, niegan la mayor: que no hay motivos para oponerse a la construcción de otro mamotreto tras la demolición, por insuficiente para la optimización de la caja registradora, del actual hotel Oasis. Lo lógico sería, además de que el Ayuntamiento cobrara el canon dejado de percibir por la utilización indebida de suelo público durante décadas, promover la restitución del estado natural en todo el ámbito medioambiental que se ha degradado. Y si hay un empresario, Eustasio López, que está dispuesto a tirar el IFA-Faro de su propiedad como parte de una operación en la que deberían participar todos los demás centros hoteleros, para trasladarse a otro lugar, mediante una operación urbanística cruzada, asumible sin mayores problemas, como la que en su día se hizo cuando hubo que demoler el Dunas... no se entiende que la respuesta de uno de los dueños de Riu sea que no se imaginaba que no pudiera hacer lo que quisiera con su hotel. Un hotel emblemático, cuya ampliación se hizo sobre suelo público, que el Tribunal Supremo ordenó tirar por ilegalizable, y que se encuentra en un punto sensible de un paraje de alto valor ecológico e histórico.

Pero así es la Bananaria. Cuento y teatro de sombras para hoy y lágrimas de plañideras para mañana.